Después del éxito de Las serpientes ciegas, novela por la que logró el Premio Nacional de Cómic, Bartolomé Seguí ha lanzado al mercado la primera parte de Hágase el caos, Lux. Mientras trabaja en la segunda entrega de este proyecto, comenta que vivimos un resurgir del género, aunque «siguen faltando lectores». Seguí viajará esta semana a Ficòmic, donde espera que esta nueva historia policíaca que firma junto a Felipe Hernández Cava tenga críticas tan positivas como las que ya ha recibido en Francia.
-¿Tenían claro lo que iban a hacer tras Las serpientes ciegas?
-A Felipe no le interesaba mantener un personaje fijo. Es mucho más comercial tenerlo para hacer una serie, acumular seguidores y fidelizarlos, pero no quisimos. Sí mantenemos el mismo estilo visual de dibujo, pero cambiando de historia. Felipe tenía varias en un cajón: una ambientada en China, otra en el Oeste y esta historia policíaca, que fue la que más me interesó.
-¿A usted le atrajo siempre la novela negra?
-Me gusta la novela negra y de espías, Le Carre y Graham,... Me hacía gracia también a nivel de documentación. Lo que había hecho anteriormente era costumbrista y en escenarios que conocía. Siempre había sido un poco reticente a la documentación histórica, porque no es algo que me interese mucho, pero sí conseguir las atmósferas, que fuera creíble y real, y en ello ha tenido que ver el dibujo directo del lápiz, que ha ayudado a acercarse a los años 30.
-¿Para qué invitan a Tito, jefe de Estado de Yugoslavia hasta casi finales de los ochenta, en su nuevo álbum ?
-Tito es una excusa para que se desarrollen otros temas, como los nacionalismos. Como no tengo el guión completo, no sé si va a salir como personaje...De momento, no le hemos visto. Sé que hay una escena final de un atentado, pero no sé si se le verá o no. Tito era el pretexto para hablar de esa zona tan convulsa como los Balcanes, la Guerra de Yugoslavia,...
-¿Qué personaje soporta el peso de la historia?
-Alex, un ciudadano yugoslavo-inglés, que se está preparando para atentar contra Tito que viene de visita a Londres. Una vez que se explica esto, el lector se encuentra con un flashback que permite explicar su propia historia como yugoslavo y la de su madre, que muere en un accidente. Es una historia de mentiras en la que el personaje se ve envuelto en una red para ese atentado.
-¿Cómo traen la historia hasta Mallorca?
-La madre del Alex recibe unas postales misteriosas desde Miami. A raíz del accidente parece que la madre estaba implicada en el asunto de los atentados. Intentando buscar una solución a esto, viaja a Mallorca y aquí descubre a una colonia de yugoslavos exiliados favorecidos por el franquismo y, a través de ellos, descubre otra faceta de sí mismo, su pasado. Realmente es un guiño, porque podrían haber estado en la Provenza, por ejemplo.
-¿Se ve trabajando mucho más tiempo con Cava?
-Me veo compaginándolo con mis historias costumbristas. A mí lo que me gusta es dibujar tebeos. Muy mal tendrían que ir las cosas para que dejara de dibujar. Dibujé cuando había crisis, cuando había revistas, cuando no las había,...Soy un enfermo del cómic, y seguiría dibujando aunque no me los publicaran.
-¿Por qué tuvo que ser una editorial francesa la que apostara por ustedes?
-El panorama aquí en España ya sabemos cómo es. Con el anterior libro que publiqué, El sueño de México, estuve cuatro o cinco años y sabíamos que el precio que íbamos a sacar era de 1.400 o 1.500 euros. Con estos precios es difícil que los autores puedan vivir del cómic. Después de esa obra, que logró venderse en Francia, nos dimos cuenta de que ese era el futuro y tuve claro que si quería volver a dedicarme en serio tenía que conquistar el mercado francés. Felipe y yo nos conocíamos y decidimos hacer algo juntos.
-¿Los editores en España asumen pocos riesgos?
-Hay buenos autores, pero estamos muy mal en venta. No existe el mercado de venta de historietas y a los editores les cuesta mucho arriesgarse.
-Pero ¿es un problema de gustos o de hábitos de lectura?
-De lectura, sin duda. Lo que sí que es verdad es que el cómic ahora tiene un interés. En estos momentos, se habla del cómic de una forma seria, pero sigue faltando público.