Con la exposición Sillón Voltaire, que se podrá contemplar del 1 al 9 de septiembre en la Sala Capitular de la Cartoixa de Valldemossa y del 1 al 13 de octubre en la Residencia de Deià, la pintora catalana Susanna Bouzas, residente en Barcelona, cierra un círculo que aúna presente, pasado y literatura.
«De los 4 a los 16 años pasé largas temporadas en casa de mi abuela en el Terreno y descubrí un mundo muy diferente al de Barcelona», comentó la artista, quien matizó que «era un lugar precioso, con jardines y tapias con jazmines que desprendían aroma por la noche». Bouzas esbozó que «parte de mi educación sentimental y estética son de aquella época mallorquina», y afirmó que «sin la belleza de Mallorca, donde la imaginación se me desató, yo no sería quien soy».
Con Mallorca, la literatura es el gran cobijo creador de Bouzas. En las 16 pinturas de Sillón Voltaire, la textura de los libros lo tiñe todo. Los lomos de volúmenes confieren a cada acrílico un tamiz donde se representan las escenas. «La literatura siempre está detrás porque he leído mucho y eso me ha creado una visión especial», apuntó Bouzas. Animada a proseguir en su trabajo de pintora por el galerista mallorquín Ferran Cano, Bouzas se interesó por las estructuras y los héroes como hombres solitarios, antes de llegar a Sillón Voltaire. «Desde hace un año, me dedico más que nunca a la pintura», declaró la creadora.
La oportunidad de exponer en Mallorca también recupera el pasado familiar. Bouzas ha investigado en su árbol genealógico. «Mis tatarabuelos fueron a Cuba y tuvieron un hijo, Eugenio Bouzas Manzano. Alrededor de 1870, la madre de mi bisabuelo llegó a Mallorca y se instaló en Pollença», recordó Bouzas. La pintora añadió: «Mi bisabuelo trabajó en aduanas y se casó con una mallorquina de Alcúdia, que murió, y después con una pollencina, y mi abuelo, Eugeni Bouzas Campomar, trajo la electricidad a Pollença».