Un arista moderno y salvaje. Un experimentador. Un lector. Todo eso es hoy Miquel Barceló, y todo eso estaba ya presente hace décadas, cuando el artista era un joven en fase de crecimiento personal y artístico. La exposición Barceló abans de Barceló. 1973-1982, que se inaugura hoy en la Fundació Pilar i Joan Miró, analiza los rasgos más significativas de los primeros años de trabajo del creador a través de unas 130 piezas, muchas de ellas inéditas.
A través de estas obras descubrimos «el proceso que lo alejó de los maestros y lo llevó a su estilo propio. Vemos nacer la base de su obra. Estas piezas definen sus necesidades y preocupaciones», explicaron los comisarios de la muestra, Jaume Reus y Maria Hevia.
Iconografía
Las piezas no están colocadas en orden cronológico, sino agrupadas en seis «ámbitos temáticos, iconográficos, del artista»: el mundo animal, el paso del tiempo, la unión de texto e imagen, el libro, el retrato y la naturaleza. Barceló, «experimentador», se adentró en caminos dispares durante esos años. Como muestra, sirva la colección de pelos corporales propios, o las cajas de madera y cristal que conservan hojas, pequeños esqueletos, chicles masticados o un pimiento ya putrefacto. En cada una de sus piezas se observa «la sustancia que se desarrollará posteriormente. La cúpula de la ONU se ve reflejada aquí».
La exposición, que viajará al Centre d'Art Santa Mónica de Barcelona y Les Abattoirs de Toulousse, se acompaña de un proceso de documentación de piezas y de un catálogo que imita una guía telefónica pintada por el artista. En éste, Barceló se sincera hablando de sus primeros años de creación, en los que su «modus vivendi era vender hachís», y el consumo de varias sustancias formaba parte de su proceso de trabajo.