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Música

Los mejores años de nuestra vida

El concierto de celebración de los 25 años de la Orquestrina d'Algaida fue una lección de versatilidad

EMILI GENÉ
Fiesta civilizada aunque multitudinaria, digna de la profesionalidad de nuestra mejor banda. Puntual, organizada y tranquila (la lluvia quedó en amenaza de una noche fresquita), la celebración transcurrió en un ambiente festivo y familiar ajeno a excesos y bravatas. Agradecimientos a instituciones, al público, a la gente que en la misma plaza podía comprar el disco recopilatorio con una camiseta de regalo para los 200 primeros que aprovechamos la oferta. Un disco desbordante, por cierto, en cantidad (de material gráfico, de música, de recuerdos) pero que no iguala en calidad a lo escuchado sobre el escenario. Los músicos de la orquestina no desmerecen en directo porque su técnica individual y la cohesión conseguida a base de horas y horas de ensayos bien aprovechadas consiguen un sonido compacto y una interpretación convincente. Lección de versatilidad, dividida en partes anunciadas casi con criterio didáctico por el líder y maestro de ceremonias, que presentó al inicio a cada uno de los componentes, y después a los que se fueron sumando. Mención especial para figuras como Toni Miranda o Miquel Brunet, pero los mismos sinceros aplausos para todos, instrumentistas o cantantes, estos últimos rotando en pareja hasta llegar al trío ye-yé, que justamente protagonizó el único pequeño problema de sonido, impecable en balance a lo largo de toda la velada.

Aunque se viajó por todo el repertorio internacional (de Rubén Blades a Tom Jones, pasando por chachachás, boleros o pasodobles), la rememoración de los orígenes despertó los mayores entusiasmos: la época dorada de la Mallorca festivalera bañada por la nostalgia eufórica de Cuéntame. Hubo bailoteo sin discriminación de edades, y todavía quedó espacio para los muchos y veteranos fans que optaron por las sillas que se acumulaban en los alrededores, y para los paseantes que buscábamos perspectivas como el mismo Antich. Sobria iluminación casi blaugrana, y algunas descargas de humo, las justas. La pantalla lateral sólo proyectó imágenes al acercarnos al fin de fiesta y sin apabullar: 25 años que han pasado volando, volando desde que nos lo dijo Pérez.

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