Guillem Sagrera lo diseñó en el siglo XV como sede de la casa de contratación. En el XIX, Manuel Godoy ordenó que el edificio de sa Llonja se convirtiera en Real Fundición de Mallorca. Por ello, al inicio de la Guerra del Francés (1808), de la que este año se celebra el bicentenario, en su interior se levantaron hasta cinco hornos para la fabricación de cañones con la oposición frontal de la sociedad mallorquina, especialmente «de los comerciantes». Este capítulo «inédito» de la vida del edificio lo ha recogido el historiador Àngel Aparicio en el libro Sa Llonja. Una fundició de canons durante la Guerra de la Independència que se presenta mañana 24, a las 20.00, en el Centre d'Història i Cultura Militar (Santa Margalida), de la calle Sant Miquel, 69B de Palma.
Aparicio, experto en fortificaciones e historia militar, analiza en este volumen, que ha editado Documenta Balear, el «conflicto que se generó entre los estamentos civil y militar a raíz de la orden de Madrid para que se estableciera una fundición en sa Llonja tras el cierre de la de Barcelona», un asunto que generó «mucha tensión» y más de un encontronazo entre ambas partes, lo que el autor ejemplifica con anécdotas.
Porque no sólo se ocupó sa Llonja con los hornos desalojando las mercaderías, que tuvieron que trasladarse al muelle, sino los jardines de alrededor, donde se instalaron los 170 cañones que llegaron de Barcelona para ser fundidos. En total, esta invasión del edificio y aledaños, que había sido «expropiado por la fuerza» debido a la guerra, duró 40 años.