J. NICOLAU x GINEBRA (SUIZA)
Minutos antes de la inauguración, el artista manifestaba estar más cansado que nervioso. «He dormido poco». Ayer reconocía que era un día importante para él. Su madre; su hermana; su esposa; sus amigos dogones de Mali, vistiendo el atuendo de gala; amigos de otras partes del mundo; su galerista, Buno Bischofberger; directores de museos y muchos mallorquines le arroparon en este día. Ayer su trabajo pasaba a ser patrimonio del mundo.
Le ha costado. Esta obra le ha puesto a prueba de verdad. Mientras la observaba, no dudaba en decir que para él «la pintura siempre está llena de dificultades», aunque, en este caso, han sido muchas, posiblemente más técnicas que conceptuales. «Ha sido una obra muy experimental». No tenía colchón. Sólo un único lienzo de 1.400 metros cuadrados.
Cuando uno la ve por primera vez, la primera impresión es de asombro por su inmensidad. «Impresionante», como decía su madre, Francisca Artigues. En un primer momento se es incapaz de asumirla. El ámbito de visión, pese a estar a 14 metros de altura, es inabarcable.
Después, poco a poco uno empieza a descubrirla, a observar que es una obra de gran calado de la que la fotografía sólo ofrece una visión muy parcial. Es una obra viva, para ver en movimiento, participar de ella, y que acoge a quien la observa.
Al poco tiempo, lejos de abrumar, sus grandes dimensiones y fuerza colorista encajan perfectamente con la sala. Su equilibrio queda perfectamente proporcionado. Protagoniza la sala como un acompañante de lujo sin estorbar en su función. Lo hace, por una parte, como un mar en calma, con suma apacibilidad, mientras que en su otro extremo ofrece fuerza, inquietud, debate. Esta última parte, la de mayor carga colorista, con predominio de rojos y azules, se encuentra en la entrada de la sala, mientras que donde se localiza la presidencia se haya el eje de máxima apacibilidad, del consenso, del acuerdo.
Hay que destacar que fue con el president Antich y el resto de baleares con quien Barceló compartió la mayor parte del tiempo antes de que se iniciara el acto oficial, en el que Antich tuvo un lugar de preferencia. Para el president, como para otros muchos, las múltiples perspectivas que ofrece la cúpula de Barceló fue lo más sorprendente. Y la consellera de Cultura, Bárbara Galmés, la encontró «fabulosa».
Entre los invitados estuvieron los empresarios que han aportado fondos para la obra, entre ellos el presidente de Sa Nostra, Fernando Alzamora; o María Antonia Barcelo y Àlvaro Pacheco, de Barceló Hoteles, ambas entidades colaboradoras. De Hotetur, patrono de la Fundación Onuart, acudieron Enric Noguer, Gerardo Díaz y Gonzalo Pascual.