EFE/M.D.
El ministro Miguel Àngel Moratinos ha tenido que dar marcha atrás y ponerle precio, casi 20 millones de pesetas, a la intervención de Miquel Barceló en la cúpula de la Sala de los Derechos Humanos de la ONU, en Ginebra. El titular de Exteriores, que la pasada semana se había negado a decir el coste de dicha obra alegando que «el arte no tiene precio», defendió ayer en el Senado la utilización de 500.000 euros de los Fondos de Ayuda al Desarrollo (FAD) porque dicha cantidad «no se ha imputado a la ayuda oficial al desarrollo», dijo.
Cuando el Gobierno habló, lo hizo en Ginebra por boca de Javier Garrigues, embajador de España en Naciones Unidas , quien estuvo acompañado por Juan Antonio March, vicepresidente de la Fundación Onuart, creada para la ejecución de este proyecto. Garrigues ofreció esa cifra en un intento de poner fin a la polémica que envuelve a este asunto, y confirmó que se utilizó una partida de 500.000 euros de los Fondos de Ayuda al Desarrollo (FAD), lo que justificó por la contribución de esta obra de arte a la promoción de los derechos humanos y el multilateralismo.
«El presupuesto aprobado por el patronato de la Fundación Onuart es de 18.487.498 euros, además de una desviación autorizada del 10 por ciento sobre esta cantidad», señaló. También indicó que la cifra «cubre la totalidad de los costes, la obra de arte, la obra de ingeniería, los honorarios del artista, el amueblamiento, etc.», y confió en que «no nos vamos a pasar de ese 10 por ciento autorizado por encima del presupuesto».
Garrigues no quiso, sin embargo, ofrecer un desglose del coste total. «Existe ese desglose, pero ese es un tema de la Fundación que no consideramos que se deba revelar aquí», señaló.
Acerca de los FAD, apuntó que «esos 500.000 euros no se han contabilizado como ayuda al desarrollo por la OCDE» (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Pero al mismo tiempo dijo que, según el artículo 68 de la ley 42/2006 del 28 de diciembre, la financiación de la Sala de Derechos Humanos y de la Alianza de las Civilizaciones -como se denominará la Sala XX del Palacio de la ONU- «cae bajo la categoría de ayuda al desarrollo».
«No es cuestionable que se haya utilizado una partida de FAD, pues todo lo que está relacionado con derechos humanos es ayuda al desarrollo, y en ese sentido, lo que se hace en Ginebra en el marco de la ONU es el mejor ejemplo de ese multilateralismo eficaz», dijo.
Y agregó: «No por estar en tiempos de crisis hay que sacrificar ese ámbito de los derechos humanos». Garrigues recordó que la financiación de Onurat, la fundación creada para llevar a cabo esta obra que España dona a Naciones Unidas, es en un 60 por ciento privada, con algunas de las más importantes empresas españolas, y un 40 por ciento pública.
A.L. /EFE
Hay que remontarse a finales de los años ochenta para entender la pasión de Miquel Barceló por Àfrica. La belleza del paisaje africano, sus costumbres y sus gentes atrajeron al artista mallorquín desde que visitara Mali en 1988. Años después lo plasmaría en papel, en pinturas de pequeño y gran formato, esculturas, cerámicas y libros de bocetos.
El Centro de Arte Contemporáneo de Málaga inauguró ayer su muestra Obra africana, comisariada por Enrique Juncosa. La muestra, que procede del Irish Museum of Modern Art, presenta piezas inéditas con un denominador común: su relación con Àfrica.
A diferencia de otros artistas fascinados por el tema africano, Barceló se siente atraído por la vida cotidiana de sus habitantes, no tanto por lo exótico. Así, la temática de sus obras hace referencia a los trajes típicos de los indígenas, a las tareas cotidianas de las mujeres o a los bellos paisajes.
En su experiencia africana está «el origen» de toda la pintura que ha desarrollado después, y también de las cerámicas con las que decoró la Seu, tras conocer las «técnicas milenarias» que le enseñó una alfarera «sin torno, electricidad, ni ninguna herramienta», según explicó el propio artista ayer en Málaga. Barceló reconoció que cuando empezó con su obra africana, tenía miedo de caer en un «orientalismo moderno» o en «pintar siempre ríos o negritos». Sobre el continente africano, comentó que es como «un gran ejercicio de vida» para él y un lugar «que puede ser un infierno y, en pocos segundos, el continente más risueño y alegre».