No recuerdo hasta la fecha de esta quinta edición, que otra jornada del Jazz Voyeur Festival haya suscitado tanto interés popular. Ni tan siquiera la cita en el Palma Arena con Diana Krall, que congregó a un mayor número de participantes, desprendía tanto atractivo. Y es que contemplar a padre e hijo, uno frente a otro "en absoluto enfrentados-, en lo que se me antoja una oportunidad única, que no creo que ni tan siquiera las mentes más rentabilizantes del business consigan repetirlo en un futuro, al menos no con tanta expectación, constituye tanto poder mediático que establezca un antes y un después.
Pero además, quien lograra oír algo más allá de la sobredosis de sentimentalismo, emotividad y absoluto respeto, consiguió vislumbrar dos generaciones de músicos que partiendo de una misma raíz, han desarrollado lenguajes distintos.
Pues si Bebo permanece más aferrado a lo popular, con una declinación absoluta por la elegancia, por esa forma maestra de afrontar las melodías con un respeto absoluto hacia el original, Chucho apuesta por una vertiente más creativa, buscando mayor riesgo y definición, aunque, por supuesto, desde el control y la contención. Un contraste que tampoco marcó diferencias en exceso, al fin y al cabo, se tendió a una convergencia más cercana al progenitor que al discípulo aventajado.
La velada se inició con Leucona, la misma La Comparsa de su primer reencuentro hace ocho años, y se desarrolló en esencia sobre las creaciones de la época dorada de la música cubana, esos años cuarenta tan fecundos, tan conocidos y apreciados como repletos de mambos y boleros, sin dejar al margen esas Lágrimas Negras o El manisero que han rejuvenecido y actualizado el recuerdo.
En resumen, un repertorio perfectamente reconocible y estructurado, con mayor jugueteo de Chucho, con Falla o Ravel incluidos, que Bebo rubricó, ya fuera de concierto, con un emotivo Joaquín Rodrigo.