CARLES DOMÈNEC
Miquel de Palol (Barcelona, 1953) acaba de ganar el Premi Mallorca de novela, dotado con 70.000 euros, con El testament d'Alcestis. La exigencia intelectual del autor sugiere que el encuentro será denso, pero se desarrolla con una voluntad pedagógica por hacerse entender y una expresión sosegada durante la entrevista que, de repente, se convierte en un gesto penetrante y desafiante durante la sesión fotográfica.
-¿Qué tiene la resurrección como recurso literario para que le dedique una novela?
-La resurrección y la inmortalidad, su hermana siamesa, son las grandes preocupaciones de la humanidad. Hablo de la resurrección real, de un muerto que regresa a la vida. De ahí el título de El testament d'Alcestis, que retoma un mito clásico, el de una heroína, que se sacrifica y muere por amor, es rescatada por Heracles y regresa a la vida.
-¿Cuál ha sido el proceso de creación de la novela?
-Siempre trabajo igual, con una planificación minuciosa y estructurada que incluye tiempos, puntos de vista, personajes, extensión y estilo. Hay muchos personajes pero no todos están en el mismo término. Es como un fresco con personajes en primer plano y detrás, figurantes.
-En El jardí dels set crepuscles ya recurría a muchos personajes.
-Un crítico comentó una vez que todos mis libros siempre siguen el modelo de La Odisea o el de La Ilíada. En La Odisea hay un personaje al que le pasan cosas mientras que en La Ilíada hay muchos personajes relacionados. De alguna manera, todo escritor se acoge a unos parámetros sobre los que no es posible innovar demasiado. Las innovaciones no llegan por una cuestión formal, sino por las condiciones de la realidad.
-La novela ganadora del Premi Mallorca 2007, Ulises II, de Ignasi Mora, se ha publicado con un año de retraso en la editorial Moll. ¿Sabe ya dónde va a publicar El testament d'Alcestis?
-Estoy en trámites con una editorial. Es lo único que puedo comentar por ahora.
-¿Cómo es su novela ?
-Quizás sea la más larga de las cortas o la más corta de las largas. Está escrita sin concesiones y con una voluntad clarificadora de todas las que escribí antes. El testament d'Alcestis se lee fácilmente. Mi tesis es que el mundo occidental ha desaparecido y que no hay expectativa. No es un final de ciclo, es el final sin atributos.
-Usted tiene fama de escritor complicado. ¿Le gusta?
-Esa fama me la pusieron mis enemigos. Una pieza literaria, cuantos más elementos tenga, más divertida será. No tengo una voluntad deliberada de ser difícil. Es curioso cómo han cambiado los valores. Cuando yo tenía 20 años y alguien hablaba de una obra complicada, suponía un desafío y atraía. Ahora la gente se derrota cuando piensa que algo es difícil. Optan por la burrería.
-Usted conoció a Salvador Espriu, un ejemplo de autor complejo.
-Primera història d'Esther fue un tour de force que ahora sería inimaginable. Hablé de ello con él. Espriu decía que quizás podía ser difícil, pero era claro. Para leer a Espriu se necesita una formación clásica consistente. Sin saber mitología bíblica y clásica no se entiende. Igual que Ferrater, cuyos poemas estaban llenos de referentes sobre su grupo, de su tribu.
-¿Dónde sitúa la función del lenguaje en sus obras?
-El lenguaje es el instrumento. Yo me planteo los libros extensos como una ópera o un oratorio, en donde aparecen arias, coros y diversos núcleos formales. En ese sentido, también incluyo elementos formales internos, pero en relación al conjunto son escasos.
-¿Qué influencia tiene su obra poética en su prosa?
-La poesía ha sido mi escuela. No veo una ruptura entre mi prosa y mi poesía. El instrumento y el objeto resultante son diferentes, pero los objetivos son muy parecidos. Cubren las mismas necesidades.
-¿Y en qué nota como escritor su formación de arquitecto?
-La noto mucho. El orden mental me ha sido muy útil. Y en las descripciones de lugares, habitaciones o casas puedo explicar de una manera más clara cómo es ese espacio.
-¿Qué vinculación tiene con Mallorca?
-Mallorca forma parte de mi imaginario más profundo porque mi madre fue compañera de estudios del poeta Rosselló-Pòrcel quien, incluso, le dedicó poemas. Desde pequeño siempre oí hablar de Mallorca como un territorio mítico y esencialmente literario. Mi madre era muy lectora de poesía y yo escuchaba poemas clásicos mallorquines.