Síguenos F Y T L I T R

Un cuento de hadas sin final feliz

PAU ROSSELLÓ

La primavera de 1982 dejó un gran vacío entre muchos cinéfilos, sobrecogidos por las muertes, en circunstancias todavía hoy poco claras, de Natalie Wood, Romy Schneider, que falleció un 29 de mayo, y Fassbinder.

Especialmente sentida fue la desaparición de Romy, cuyo corazón todavía no había cicatrizado las heridas causadas por la pérdida de su hijo. La que iluminara las pantallas, primero en la saga Sissi y luego a las órdenes de los más grandes realizadores europeos y estadounidenses, no consiguió encontrar la paz que equilibrara realidad y ficción. Cuando la conocimos, en la década de los 50, era protagonista de un cuento de hadas que tuvo un final amargo, atroz. Hija de actores, daría sus primeros pasos profesionales junto a su madre, con quien compartió protagonismo en su primer trabajo para la gran pantalla, Lilas Blancas. Sería, sin embargo, la actriz Lili Palmer, con quien coincidiría en Sueños de circo, su primera gran influencia artística. Tras Los jóvenes años de una reina, el cineasta Ernst Marischka le propuso rodar la trilogía que haría de ella una estrella internacional, Sissi. Viendo sus primeras y edulcoradas películas, pocos imaginaban que, con el paso del tiempo y tras protagonizar un espectacular crecimiento artístico, Romy acabaría haciendo de la naturalidad su mayor atractivo. Desde su admirado Orson Welles a Luchino Visconti se prendaron de Romy, ofreciéndole jugosos personajes en una serie de títulos que significaron un radical cambio de imagen. Hasta Woody Allen le escribió un personaje en la alocada ¿Qué tal, Pussycat?. Establecida en Francia, y tras saldar cuentas con el personaje que la encumbró en Ludwig, vivió una intensísima y, finalmente muy dolorosa, historia de amor con Alain Delón y conoció al cineasta que sacaría mayor partido de la vulnerabilidad de la actriz, Claude Sautet. Los éxitos se sucedían para la pareja (Las cosas de la vida, Ella, él y el otro, Una vida de mujer...) a medida que Romy descubría el desamor, la amargura y la soledad. El 29 de mayor de 1982, su último compañero sentimental, Laurent Petin, descubrió su cadáver junto a una carta inacabada. Enterrada en el cementerio de Boissy Sans Avoir, en las afueras de París, su tumba fue profanada a los dos meses de su muerte. También desapareció su diario personal, al parecer repleto de notas muy comprometedoras para algunos de sus amantes y compañeros de profesión. Era el último drama en el que apareció involucrada la que para muchos sigue siendo considerada la mujer más fascinante de todo el cine europeo.

Lo más visto