ANA LARGO
Puede que toda una vida no sea suficiente para que las más de 4.000 ideas que han asaltado la mente del reconocido dibujante argentino Guillermo Mordillo vean la luz. Tras 41 años dedicado al color, entusiasmo no lo falta para hacer llegar sus 1.645 historias como el primer día que cogió un lápiz y comenzó a dibujar. Entonces sólo tenía 5 años y vivía en un barrio de Buenos Aires. Nunca pudo imaginar que su obra se difundiría por todo el mundo, ni que su necesidad de ponerse a diario ante una lámina, le supondría reconocimientos y el profundo respeto de público, crítica, compañeros de profesión e, incluso, de pintores de la talla de Miró.
La relación de Mordillo con la Isla comienza en 1980 y pese a que 17 años después se retiró a Mónaco, cada año vuelve unos meses. El dibujante, que se identifica más como periodista que pintor, prepara con ilusión en su estudio de Mónaco y Mallorca la reproducción a acrílico de casi doscientas de sus obras más clásicas, que expondrá en el Museo Mordillo que le quieren dedicar en Italia. «Este proyecto me está haciendo trabajar con más ilusión que cuando tenía 20 años. En España, y en Balears, hay grandes autores, que merecerían tener sus obras en un museo», reconoció Mordillo.
-¿Qué queda del Mordillo que comenzó a dibujar en Argentina?
-Mi primer amor es el dibujo animado y lo descubrí viendo Blancanieves y los siete enanitos a los 5 años. Me comenzó a interesar el mundo del color, la animación... A los 20 años ya tenía mi propio estudio de animación. Y ahora es lo que hago, mis dibujos son animación y las acciones siempre tienen una lectura de izquierda a derecha, escribo con imágenes.
-En sus inicios trabajó en Paramount, ¿fue su primera decepción con el mundo de la animación?
-Fue unos años antes de que cerrara y no me gustó la experiencia, me decepcionó la animación que se hacía entonces. La animación de los personajes era muy limitada y no era lo que yo quería hacer, no era mi forma de entenderla..
-¿Cuándo nació el Mordillo humorista?
-Yo más bien soy el Mordillo dibujante. Yo no sé contar un chiste, ni un cuento,...lo sé contar con dibujos y sin palabras. Nunca haría otra cosa. Así que supongo que nací humorista, cuando nací. Mi definición del humor es la ternura del miedo. Al miedo ancestral de no saber dónde, porqué y para qué estamos. Con todo el horror que hay a nuestro alrededor, el humor es un poco de esperanza. Hago un humor humanista desde 1966.
-¿Qué le atrajo de España para visitarla en plena dictadura?
-Lo de la plena dictadura, era el año 1963, me indujo a no quedarme. No me gustó el ambiente cuando llegué a Madrid y finalmente acabé en París. Volví en 1980 a Palma y me quedé durante 17 años. En el año 1989 expuse en el Palau Solleric y me gustaría volver a exponer en Palma como despedida profesional.
-Dicen que se fue a Mónaco para no pagar impuestos y dedicar ese dinero a obras sociales...
-Durante años pagué impuestos en países, como Estados Unidos, que dedicaban parte de ellos a armamento. A los 65 años me jubilé de Hacienda y ahora dedico lo que supongo que se dedicó de mis impuestos a armamento a labores humanitarias.
-¿Qué le queda por hacer?
-Muchas de mis ideas puede que no las llegue a realizar, puede que me falte ya tiempo. Siempre quise hacer cine, una película muda de dibujos animados, pero nunca ha llegado a salir. Charlie Chaplin, Buster Keaton me inspiraron con mis personajes. Los buenos dibujantes me enseñaron lo que había que hacer y los malos, lo que no se debía hacer.
-¿En qué situación profesional se encuentra?
-Estoy culminando mi carrera. En diciembre decidí pasar mis principales dibujos a la técnica del acrílico. Mis dibujos están hechos con tinta y no soportan la luz, por lo que no se pueden exponer. Me va a llevar unos 4 años reproducir 146 dibujos que se expondrán en el Museo Mordillo que quieren abrir en Italia. Estoy entusiasmado porque es una forma de protegerlos.
-¿No es habitual que se valore así la obra de un humorista gráfico?
-Debería haber un museo en cada país. No hay museos de humor gráfico y tebeos. En Mallorca hay artistas de humor e historietas que merecen un museo donde mostrar sus dibujos. El humor gráfico pertenece al patrimonio cultural de un país, son testimonios de la realidad. En España muchos profesionales lo merecen, es un país con tanta tradición que tendría que haberlo.