Sin caer en socorridos dramatismos con los que tratar de conmover al espectador, ni en el error de utilizar en una historia con un final velado su parte más trágica para provocar lágrimas fáciles, el director valenciano Antoni Canet ha logrado hilar un largometraje de noventa minutos, Las alas de la vida, sobre la historia de su mejor amigo, Carlos Cristos, un médico gallego de 47 años residente en Palma que, ante la cruda noticia de padecer atrofia de múltiples sistemas (AMS), decide grabar la cruda evolución de su enfermedad y la incesante lucha por mejorar sus condiciones.
El film, grabado durante tres años, se estrenó ayer en los cines Renoir de Palma tras recibir en el mes de octubre el primer premio a la mejor película documental en la última edición de la Semana Internacional de Cine de Valladolid.
Sin profundizar ni situarse frente a un solo tema, el largometraje invita a distintas reflexiones como la eutanasia, el testamento vital, los cuidados paliativos, la esperanza, la lucha diaria contra la enfermedad o la adaptación del entorno a las nuevas necesidades del enfermo. «No queríamos hacer una tesis, sino generar un diálogo social para invitar al público a la reflexión y sólo hemos querido posicionarnos claramente a favor de la sanidad pública y del derecho a tener un final de vida digno», reconocía el director Toni Canet.