Los Oscar rindieron ayer pleitesía a sus monarcas con la entrega de sendos Oscar como mejor actriz a Helen Mirren, como mejor actor a Forest Whitaker y, sobre todo, como mejor director a Martin Scorsese, que tras siete nominaciones consiguió el objetivo, ser el mejor director. Fueron tres victorias anunciadas en una velada que también supo dar sorpresas, entre ellas la derrota de El laberinto del fauno en la categoría de mejor película extranjera, a la que llegaba como favorita, y el fiasco de Babe, que se presentaba como una de las favoritas al triunfo final. La gran ganadora de la 79 edición de los Oscar fue The Departed con un total de cuatro estatuillas de las cinco a las que aspiraba.
Su victoria incluyó el mayor misterio de la gala, el de mejor película, un galardón donde no existía un claro favorito. Además, la cinta centrada en el mundo de la mafia obtuvo el premio al mejor montaje y al mejor guión adaptado junto con el que puso en pie a la sala, el de mejor director. Como había dicho el mexicano Alejandro González Iñárritu, candidato también como mejor director por Babe, existía una «necesidad furiosa» de darle el premio a Scorsese. Sin embargo, el realizador neoyorquino recibió el premio «acostumbrado a no ganar». «He hecho tantas películas en estos años sin premios que me había acostumbrado, pero lo mejor es que las he hecho. Y eso me agradó mucho», confesó el autor de obras como Taxi Driver -por la que no estuvo ni nominado-, Raging Bul o Godfellas, pero que hasta hoy no tenía un Oscar propio.
La 79 edición de los Oscar arrancó con los «tres amigos» en la alfombra roja, una expresión que agrupó a los mexicanos y compadres González Iñárritu, Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro. Los tres directores sumaban con sus obras, Babe, Children of Men y El laberinto del fauno, respectivamente, un total de 16 candidaturas, lo que llenó la alfombra roja de banderas mexicanas. Algunas de ellas llegaron al patio de butacas pero para cuando acabó la gala los tres amigos fueron otros muy diferentes. Francis Ford Coppola, Steven Spielberg y George Lucas, amigos y compañeros de Scorsese, estuvieron juntos en el escenario para entregar la merecida estatuilla al legendario realizador. «Cuando vi esa sonrisa supe que algo se tramaba», dijo Scorsese del gesto de complicidad de este trío al que definió como su «pequeña escuela de cine privada».