LAURA MOYÀ
El 10 de diciembre de 1896 Alfred Jarry estrenaba en París Ubú Rey, causando un gran revuelo. En la obra, Jarry arremete contra la visión tradicional de la autoridad a través de la llegada al poder de un grotesco monarca. Más de cien años después, Iguana Teatre ha decidido recuperar el montaje inicial, llamado en su primera versión Los polacos. Dirigido y adaptado por Pere Fullana, se presentará el 14 de marzo en el Teatre del Mar, donde estará hasta el 1 de abril.
-¿Cuáles cree que son las virtudes de 'Ubú Rey'?
-La historia surgió de la rabia de un joven de 15 años contra su profesor. El azar, o un milagro, hizo que se expandiera de una forma extraña, convirtiéndose en un icono de las vanguardias del siglo XX. Se hizo desde la libertad, contra el ansia de poder, de riquezas y del querer más. Se trata de una metáfora de la sociedad creada por los humanos.
-Recuerda a 'Macbeth', su versión irónica.
-Macbeth es más poética y trascendente, habla del miedo a la muerte, a lo desconocido. Por eso su protagonista quiere más, para llenar el vacío que hay en su vida. Ubú Rey trata el mismo tema, pero desde un punto de vista irónico. Es una parodia del teatro shakesperiano, tiene un texto escatológico lleno de repeticiones. Supuso una ruptura con todo lo que se había hecho hasta el momento. Además, está considerada una de las piezas clave del teatro del absurdo.
-¿Cuáles son las claves de su adaptación?
-La adaptación está pensada para cinco actores. Hemos potenciado la parte grotesca, ya que es una caricatura de la vida y de las relaciones que la realidad siempre supera, y la parodia shakesperiana. Las últimas versiones, como la que hizo Boadella o Dario Fo, se centraban en personajes concretos. Nosotros hemos regresado al texto original. Aún así, hay que tener en cuenta la sociedad en la que se representará la historia, por lo que haremos algunas referencias a la actualidad que integraremos en la trama. El público deberá extraer sus conclusiones. También hemos adaptado al texto al catalán de aquí y de ahora.
-Ubú es el capitán de dragones del rey de Aragón y quiere invadir Polonia. También puede extrapolarse al presente.
-Esta circunstancia es excesivamente obvia. Jugaremos un poco con este concepto. Polonia es un país mítico dentro del teatro, nada más.
-¿Por qué se decantaron por esta obra?
-Forma parte de un proceso. Nuestros dos últimos montajes, Feroe y L'estranya mort de Vassili Karkov, trataban los grandes textos. Necesitábamos romper un poco con esta dinámica trágica, sobre todo teniendo en cuenta que se trata de nuestra producción número 31. Optamos por una comedia que nos divirtiera, al igual que al público.
-¿Cómo han ideado la escenografía?
-Hemos contado con la ayuda de Ferran Aguiló, quien está construyendo un espacio relacionado con la destrucción de la civilización. Cuanto más progresamos, más destruimos. Su obra estará formada por cemento y hierro, una gran placa de cemento extraída de una carretera. Además, los actores siempre permanecerán sobre el escenario.
-¿Personajes despóticos como Ubú siguen existiendo hoy en día?
-Tenemos muchos Ubús, incluso por aquí. Su forma de ser es una condición inherente al ser humano. Ubú nunca morirá, siempre vivirá. Todos tenemos un Ubú en nuestro interior.