LAURA MOYÀ
«Estamos como los chavales después de Reyes». Fito Cabrales, líder de Fito & Fitipaldis, expresaba así cómo se sentía tras vender más de 200.000 copias de su cuarto disco, Por la boca vive el pez, y colgar el cartel de «No hay entradas» en todos los escenarios que pisa. Incluido el de Palma, ubicado en el polideportivo de Son Moix y con más de 11.000 personas entregadas ayer noche a sus canciones. «Grabo un álbum cuando realmente tengo algo que decir». La gira de Lo más lejos, a tu lado, su anterior trabajo, le llevó a la extenuación, y a la destrucción. Los Fitipaldis se disolvieron y llegaron otros y, tras tres años, Fito volvió a un estudio. «Siempre que grabo un disco creo que será el último, acabo rendido, pero luego se te pasa. El siguiente paso consiste en que sucedan las cosas». ¿Se hubiera imaginado el éxito que ha obtenido? «No. Siempre me he considerado un afortunado, aunque creo que ahora la cosa se está excediendo. La vida te da sorpresas, como la música. Estamos disfrutando y agradecidos».
La fama no le preocupa ni le interesa: «Las canciones gustan o no, si un disco llega a la gente, el público quiere escucharlo en directo. Yo no soy famoso, las conocidas son mis canciones». Su única preocupación es componer desde la cocina, el lugar en el que sus temas le encuentran. «No sé de dónde vienen mis canciones. En cada una dejo algo de mí, pero siempre me sorprende el resultado, sobre todo cuando es bueno».
Cuando empezó a trabajar en el que después se convertiría en su cuarto disco, sólo sabía que se trataría de «un álbum de rock». «El estilo musical es lo de menos, lo importante son los temas. Y yo sólo sé hacer rock, por lo que siempre me expreso en este estilo». De esta forma, puede dedicarse a su «pasión» y levantarse cada mañana sabiendo que va a hacer lo que más le gusta. Si después, además, llena estadios y vende 200.000 discos, mejor aunque, en el fondo, sólo importa una cosa: «La música tiene que ser algo divertido».