CARLES DOMÈNEC |BARCELONA
El talento de Concha Buika (Palma, 1972) ofrece una comunión de estilos al servicio de la música. A través del jazz, se aproxima en «Mi niña Lola» al mundo de la copla y el flamenco, con una voz hermosa y una personalidad tan alegre como batalladora en el escenario. Lo demostró la semana pasada en Barcelona, en la sala Luz de Gas, donde comenzó la gira de su último trabajo.
-Acaba de publicar su segundo trabajo, «Mi niña Lola».
-Ha sido un trabajo suave y tranquilo, en donde me lo he pasado muy bien. Hemos recuperado algunas coplas de antes de la guerra, de la época en la que el flamenco y la copla eran lo mismo. Hay muchos temas, en los discos antiguos, que se han perdido porque no están en singles.
-Siempre que se habla de flamenco, surge el debate sobre su pureza.
-Yo de todo eso no entiendo nada. Yo pongo la música al servicio de la música, no al servicio del ego, los miedos personales o los purismos. La belleza se ha de poner al servicio del arte. En el momento de crear no hay que pensar en formas ni dictaduras.
-¿Qué cree que aporta, con su estilo, al flamenco y la copla?
-No tengo ninguna intención de aportar nada. No me he escuchado nunca. Canto para no volverme loca y compongo para que no se me ahoguen las cosas dentro, pero no pretendo ni espero nada. Canto desde hace muchos años y he llegado aquí porque hago lo único que sé hacer: improvisar en la vida. Necesito vivir por mis ideas y la música me ofrece esa posibilidad. Pero yo no pretendo que nadie me entienda.
-¿Cómo afronta cantar canciones que han cantado antes figuras de la música?
-Con sinceridad. Yo no tengo ni idea de flamenco ni de copla. Me he educado musicalmente en el jazz pero la copla y el flamenco son, por ahora, las músicas que me dan más posibilidades melódicas y rítmicas. Como todas las músicas cerradas, son enormes dictaduras pero te dan la posibilidad de la libertad.
-¿Por la posible improvisación?
-En el flamenco y en la copla, no. Tienen estructuras muy sólidas. Yo, como jazzista, no acepto formas ni estructuras, sólo dinámicas y formas. Pongo mi concepto del flamenco y la copla. Su lenguaje me resulta muy atractivo por la capacidad armónica que tienen.
-Su primera educación musical está relacionada con el flamenco.
-Yo nací en Palma y mi madre es de Guinea. Vivía en un barrio obrero, en la Paloma, pero nos íbamos a jugar con los amigos a Son Gotleu. Toda mi infancia está rodeada de gitanos. De mi madre escuché a Billie Holliday y, en Son Gotleu, a músicos como Camarón. Fue mi educación musical.
-¿Cómo llegó a cantar en Las Vegas?
-Porque el mundo es muy pequeño. Qué más da Las Vegas, Cincinnati o Barcelona. Soy hija de inmigrantes, por lo que para mí no existen las distancias. Yo quería ir a América. Las Vegas y Miami son sitios desde donde es fácil entrar.
-¿Qué relación mantiene con Mallorca?
-Muy interna y personal. Es una tierra que, si quieres, te da la oportunidad de tener una sensibilidad especial.
-¿La estética de la Isla marca la sensibilidad del mallorquín?
-Más que eso, lo que marca es la educación al gusto, a la comida y a la luz. Mallorca te da información sobre la quietud y el movimiento, la relación con las personas es diferente. Regreso a Mallorca porque quiero que mi hijo sea consciente del mundo y la Isla te da esa oportunidad. En Balears, estás en el mundo, a veces se parece a Àfrica.
-Sus orígenes descubren diversas procedencias. ¿Determina esa variedad su música?
-Marca como persona. Y termino cantando lo que soy, lo que he hecho y vivido. Gracias a haber crecido en Palma, he tenido la oportunidad, sin violencia ni brutalidad, de poder observar el mundo entero. Palma llega a mucha gente. Eso influencia mi música.
-¿Cuál es su relación con Àfrica?
-Sólo mi madre y mi historia genética. Mi educación familiar es muy africana. No es lo mismo salir de Àfrica e ir a Mallorca, que ir a Inglaterra. En Mallorca el contacto con la naturaleza es muy fuerte. La música tradicional mallorquina es muy africana y también se basa en el ritmo ternario. Además existe una estrecha relación con la tierra.
-¿Cuál ha sido su mayor dificultad como músico?
-No creo en las dificultades musicales. No podría hacer lo que hago sin creer en mí misma. Lo más difícil fue superar el miedo a exponer mis ideas en papel, a cantarlas y pretender vivir de ellas. Tuve que pensar que era igual si al final acababa en un escenario grande o cantando en el Retiro, porque sabía que viviría de esto ya que mis ideas no eran malas.
-¿Qué representa para usted la canción «Jodida pero contenta»?
-La compuse porque es de una realidad aplastante, mucha gente se identifica con el tema y yo también. Es, en realidad, una declaración de intenciones.