JAVIER J. DÍAZ
Betty Gold (Austin, 1935) bordea el límite que existe entre la escultura y la arquitectura. Reta a la creación a un viaje que va desde su propia mente hasta el papel y del papel hasta el cartón. Su particular travesía creativa continúa por el acero y se adentra de pleno en un mundo cromático para así convertir sus ideas en fantasías tangibles, de formas escultóricas, vivaces, geométricas y extrapolables a cualquier tamaño. «Sant Elias 9», la última muestra de la artista americana, se inaugura esta tarde en la galería Joan Guaita a partir de las 21.00 horas. Una docena de esculturas de diferentes colores y de pequeño formato -todas en madera menos dos en acero-, una obra pictórica de la misma temática y una pieza única de gran formato forjada en acero y pintada en blanco que demuestran la constancia de una de las pocas artistas que pueden presumir de tener obras por todo el mundo.
El Museu D'Art Modern i Contemporani de Palma Es Baluard tiene dos de ellas, de las que confiesa sentirse «orgullosa». Esta «enamorada de la geometría de Mallorca», adora «los edificos de Palma, con sus calles estrechas, sus sombras y sus gentes». Por este motivo, sus obras siempre parten de un rectángulo. De él nacen todas las piezas que conforman cada una de sus esculturas. «Dibujo en un papel un rectángulo, lo divido en partes y las uso todas», admite.
Su último trabajo lo ha hecho en un tiempo récord, apenas dos meses. «Estoy muy acostumbrada a trabajar así. Antes de esculpir fui pintora catorce años y siempre trabajaba sobre cuadrados y rectángulos, aunque cada vez soy menos pintora y más escultora», apunta. En su proceso creativo establece una estrecha relación con sus piezas. «Estoy trabajando en ellas desde las nueve de la mañana hasta la once de la noche. Hablo con ellas. Siento cómo me piden el color en el que quieren ser pintadas. Cada una tiene su personalidad. Son mis fantasías».