Enrique San Francisco y Jorge Sanz se conocen desde hace quince año. Han trabajado juntos en televisión y en cine pero, hasta ahora, no habían coincidido sobre un escenario. Fue el pasado año cuando, por primera vez, se lanzaron al mundo del teatro con la obra «Hijos de mamá», escrita por Jordi Sánchez y Pep Anton Gómez y dirigida por Francisco Vidal. El montaje podrá verse hoy en doble sesión en el Auditòrium de Palma.
«Cuando estás en un rodaje, trabajas de forma muy intensa pero no se convive tanto como cuando se hace teatro», según San Francisco. Por eso, hay que «aparcar la mala leche». «Nosotros nos llevamos muy bien, algo que se nota en el producto final. Hay química, nos divertimos tanto sobre el escenario como fuera de él», aseguró Jorge Sanz. Para preparar «Hijos de mamá», los dos actores sólo pudieron ensayar un mes por cuestiones presupuestarias. «Un mes y medio después del estreno, la obra empezó a funcionar. Los personajes estaban más definidos, el montaje es más rápido, mejor».
En «Hijos de mamá», que cuenta con la ayuda del Consell de Mallorca, Enrique San Francisco y Jorge Sanz son dos hermanos «miserables» que esperan «desde hace 17 años» que se muera su madre, «enferma y encerrada en su casa desde que sufrió una embolia», en palabras de Sanz. San Francisco es Juan, «el vividor, el alegre y el sinvergüenza» y, Sanz, «el soltero gris encargado de cuidar a la madre». «Son dos personajes extremos que, en el fondo, persiguen el mismo fin: repartirse la herencia», dijo Sanz.
Para Jorge Sanz, hacer teatro supone todo un reto. Ésta es su tercera obra tras una carrera basada principalmente en el cine y la televisión. «Envidio a los actores de teatro. Me costó dar el primer paso porque tenía mucho miedo a hacer el ridículo. Desde que Gonzalo Suárez me convenciera para participar en 'Arsénico, por favor', no he parado». Una de las cosas que más le atraen de «Hijos de mamá» es el hecho de que «cada noche, la obra cambia». «Todas las funciones me aportan algo nuevo, algo que se agradece».
Los dos actores no son muy dados a incluir las denominadas 'morcillas' en el montaje, aunque sí combaten «la monotonía» variando «algunos fragmentos», siempre «de mutuo acuerdo y avisando al otro para no cogerle desprevenido». «Así, luchamos contra la posibilidad de aburrirnos con lo que hacemos». Y, también, contra la opción de estancarse. «Si ya de por sí representar la obra supone algo nuevo cada noche, introducir chistes hace que nunca sepamos cuál será el resultado».