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Carlos Fuentes: «Hay dos formas de terrorismo. También está el del poder»

El escritor mexicano Fuentes pronunció una conferencia en la Fundació La Caixa sobre «El Quijote»

Carlos Fuentes no escatima gestos ni pasiones al expresarse. Fotos: TERESA AYUGA

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De blanco, como corresponde al verano. Al fresco de la terraza, aprovechando el viento natural y eludiendo el aire acondicionado del interior. Elegante, siempre. Levanta las manos para hablar. Y cuando empieza, lo inunda todo, se mueve con facilidad asombrosa entre «El Quijote». Carlos Fuentes, que ayer cerró el ciclo sobre «El Quijote» de la Fundació La Caixa, sólo se niega a hablar de una cosa: sus proyectos más inmediatos, la escritura que le absorbe.

-¿Quiénes son «Los hijos de la Mancha»?
-Debemos dejar claro que no hay creación sin tradición, y que la tradición muere si no hay nueva creación. Si «El Quijote» no se hubiera encargado de crear la tradición de la novela moderna, no existiría. También «El Quijote» se apoya sobre una tradición: el erasmismo, en el «Elogio de la Locura» de Erasmo de Rotterdam. Las cosas no son lo que parecen, siempre hay una doble verdad, y así puede escribirse «El Quijote» basándose en la incertidumbre, en la multiplicidad de verdades, en el encuentro de diferentes géneros... Todo lo que hay en la novela moderna lo crea Cervantes a partir de la tradición erasmista y continúa con la gran tradición de la Mancha, encarnada por dos grandes del XVIII, Sterne y su «Tristan Shandy» y Diderot y «Jacques le Fataliste». Después llega el terremoto de Napoleón, que interrumpe la tradición de La Mancha e inicia la tradición de Waterloo, con una novela que no se sabe novela, que pretende ser verdad y contar el ascenso del héroe a partir del modelo bonapartista. Con la expulsión de la tradición quijotesca en el XIX, en América Latina tenemos novelas naturalistas, realistas o románticas. La continúa y la asume Machado de Assis y, a partir de allí, el juego, la confusión de géneros, la novela que se sabe novela y toda la herencia quijotesca reaparece y continúa con Borges y García Marquez. Y en el mundo entero con Kafka y Thomas Mann. En todo caso, «El Quijote» es un long-seller, lleva cuatro siglos cabalgando e informando a los lectores, darles razones para vivir y para amar.

-¿Y qué hay de «El Quijote» en Carlos Fuentes?
-Hay mucho, mucho juego narrativo, mucha novela dentro de la novela, mucha conciencia de estar escribiendo una novela, y algo que mucha gente no sabe, provocar una sonrisa. Es una gran audacia escribir una novela cómica.

-Pese a todo, parece que el humor está algo desprestigiado.

-Creo que Bush desprestigia el humor, ya no hay motivo para reír.

-Usted se ha posicionado en uno de sus libros, «Contra Bush». ¿Qué presente nos ha abierto?

-Terrible, catastrófico. En lugar de acudir a la diplomacia, a la persuasión y al derecho a la ayuda económica, social y cultural para resolver los grandes problemas de la gran mayoría del mundo, Bush ha acudido a la ideología y a la guerra. Los resultados no requieren comentario, están a la vista. Los americanos están en un pantano en Irak y su problema es cómo salir. Cada vez hay menos gente dispuesta a inscribirse para morir en Irak. Salir de ahí será difícil, sólo podrá ser con las fuerzas de la ONU, pero con mando musulmán.

-Y ahora, para usar un título suyo, estas «inquietas compañías», el terrorismo...

-Hay otro terrorismo, el del poder. La invasión de Irak para mí fue un acto terrorista. Haber mantenido en el poder a todos los sultanes, jeques y déspotas del mundo árabe, ha sido un acto de terror contra la población de estos países, igual que mantener a Pinochet o a los militares argentinos. Ahora bien, muchos terroristas no pueden decir hoy que son producto de la pobreza o de la ignorancia. Es gente educada, con un nivel social alto. Es cuando te preguntas qué les mueve.

-¿Imposible tener ahora una visión de futuro?
-Querría tener una visión, no de alianza de civilizaciones, si no de diálogo, y entender lo que nos debemos los unos a los otros. Tendremos que mantener un diálogo perpetuo entre civilizaciones, enriqueciéndonos a partir de la comprensión. No me gusta el término «tolerancia» para eso.

-¿La cultura puede servir para luchar contra este estado de cosas?

-Si una cultura se convierte en bandera ideológica, no. Hitler utilizó todos los mitos de la cultura alemana y su heroismo. Mussolini intentó lo mismo. Es muy peligroso.

-Pero están las voces de la cultura. ¿Qué pueden hacer?

-Es curioso: siempre se dice que lo que se pinta, se habla, se firma, es marginal y podemos pasar de ello. ¿Por qué cuando un régimen totalitario llega al poder lo primero que hace es atacar a los escritores, quemar los libros, enviarlos a un campo de concentración o al exilio? Si no importan nada, ¿por qué lo hacen?

-Usted ha llegado a la cima, ¿cómo ve el panorama literario? Parece que desde el 'boom' publica mucha más gente, pero con pequeños grupos de lectores, sin grandes figuras.

-Creo que hemos entrado en una literatura mundial, una gran literatura. Hay un auge mundial de las literaturas. Ahora en México hay una generación muy brillante.

-Pero que nos llega muy poco...
-Es cierto. Con eboom, el sistema de publicación de los libros era continental. Ahora hay división y todo el mundo se queda en su país. Tenemos que crear una nueva red continental.

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