La Seu acogió ayer por la tarde la presentación de la restauración del mausoleo neoclásico del marqués de la Romana situado en la capilla de Sant Jeroni. Las obras, supervisadas por Ana Laborde e incluidas dentro del Plan de Catedrales de los ministerios de Fomento y Cultura, empezaron el pasado 25 de enero y finalizaron el 22 de julio. «El mausoleo estaba afectado por los procesos de deterioro relacionados con la humedad y la migración y cristalización de sales solubles», explicó Ana Laborde. El monumento se encontraba en «un severo deterioro que hacía peligrar su estabilidad. El objetivo de la actuación ha sido estabilizar las causas del deterioro, aumentar el conocimiento sobre la obra y ponerla en valor, con un criterio conservacionista y de mínima intervención».
El acto contó con Francesc Fiol, conseller de Cultura del Govern; José María Losada, consejero técnico del Instituto de Patrimonio Histórico Español; Diego del Alcázar, el actual marqués de la Romana, quien se mostró «muy agradecido» con la restauración; Bartomeu Vicens, conseller de Territori; Rogelio Araújo, concejal de Cultura del Ajuntament de Palma; Joan Darder, decano presidente del Capítul de la Seu; y Pere Joan Llabrés, delegado diocesano del Patrimoni Cultural. El retablo del marqués de la Romana es un monumento funerario realizado por el escultor Josep-Antoni Folch. Fechado en el primer cuarto del siglo XIX, está dedicado a la memoria de Pere Caro Sureda, el tercer marqués de la Romana. Pere Caro Sureda nació en Palma en 1861. En 1807 se le confió el mando de un cuerpo del ejército enviado al norte de Europa para ayudar a Napoleón. Cuando se encontraba en Dinamarca, el general Bernardotte le obligó a jurar fidelidad al nuevo monarca español, José Bonaparte. El marqués, que había llegado a general, se dio cuenta de la situación real del país, bajo dominio de Napoleón. Fue entonces cuando decidió luchar contra Napoleón, trasladando sus tropas a Galicia y Asturias y obteniendo la liberación de ambas zonas. Cuando se dirigía a Extremadura, la muerte le sorprendió en Portugal en 1811. Su cadáver fue trasladado a Palma y enterrado en la iglesia de Santo Domingo de Ciutat, iglesia que se incendió en 1837. El Cabildo Catedralicio recibió la orden para el traslado a la Seu del panteón y el cuerpo del marqués, como así sucedió.