NICO BRUTTI
En una calurosa noche de sábado, a pesar de su condición de cantante y no de torero, Miguel Bosé tal vez se reencontró con el espíritu de su padre y salió al ruedo del Coliseo Balear a lidiar. El aforo no llegaba a la mitad, pero la gente tanto en la grada como en la platea vibró al ritmo de su cuerpo y de sus canciones, tan festejadas como si en lugar del micrófono tuviese en sus manos la muleta y el estoque.
Super puntual, el artista inició su set que según había predicho sería de dos horas y veinte minutos. Y cumplió. Paseó sus éxitos de siempre alternados con su nueva producción discográfica y excusa para su extensa gira, el tour «Velvetina 2005». El concierto, algo desangelado, estuvo sostenido desde cuatro lugares. Por un lado en el innovador pero poco práctico escenario movible, una estructura de ocho por diecisiete metros que se abría y cerraba a modo de mampara. Las luces, otra de las aristas de ese cuadrado escenográfico, aparecieron no sólo como un efecto más, si no con identidad para simular, abrir o cerrar las canciones o crear climas.
El tercer elemento fue sin duda las proyecciones de los videoclips de su nuevo disco, «Velvetina», cada uno con su estética particular, algunos más entretenidos que otros, pero todos de excelente calidad. Y el sustento final del espectáculo, la razón de ser de todo e show, fue sin dudas Miguel Bosé, su voz, sus coreografías, sus manerismos, sus músicos y sus canciones. «May Day», «Ojalá ojalá», «Hey Max», «La tropa del rey», «Paro el horizonte», «Tu mano dirá», la festejadísima y marchosa «Ella dijo no», fueron algunos de los temas que acompañados de sus respectivos clips, presentó a modo de casi estreno aquí en Palma.