«Unos acordes lentos como si se tratara de una mañana con niebla. Un día que empieza. Un tren que parte y, de repente, un ruido seco y duro que hace que todo cambie». Así define Montserrat Mikofalvy la pieza «Una lágrima por Atocha», que estrenó el pasado mes de mayo en la iglesia de La Madeleine de París y que recuerda «de una manera triste» los atentados del 11-M.
«Una lágrima por Atocha» procede de un encargo realizado por una asociación francesa a la compositora mallorquina. «Se trata de una pieza para orquesta con percusión, ya que la percusión es muy importante en el momento de plasmar cómo estallan las bombas». No es la primera vez que Mikofalvy estrena una de sus obras en La Madeleine. Hace unos años presentó «Tres melodies», pieza para soprano y orquesta que incluye versos de poetas mallorquines. «Siempre se me ha dado mejor componer música triste que alegre». En esta ocasión, la tristeza era obligada. «El 11-M fue un día gris. 'Una lágrima por Atocha' debía reflejar esa sensación».
En la actualidad, Mikofalvy sigue trabajando pero ha disminuido su ritmo. Sus últimas obras son una danza húngara en honor a su esposo, fallecido hace pocos años, y una elegía. «Antes me levantaba cada día a las 9.00 horas y permanecía en mi estudio hasta las 12.00 horas. Ahora, compongo menos». Sin embargo, sigue activa y recibiendo encargos de ciudades como Sevilla o Madrid. «Cuando estoy en mi estudio no sólo compongo, también estudio o tomo notas. La música es una profesión que exige estar siempre al día, estudiar y practicar constantemente». Se considera «muy perfeccionista» y afirma que sus obras muestran en qué estado de ánimo se encontraba cuando las escribió.