TONI LIMONGI/MARINA CÓZAR
Hablamos con Catherine Camus con algunos ejemplares antiguos de la
editorial Losada sobre su mesa.
-¿Es verdad que en su ascendencia hay orígenes baleares?
¿Le habló su padre alguna vez sobre el archipiélago?
-Mi bisabuela era menorquina, más tarde emigró a Argelia en busca
de trabajo y allí se estableció. Mi abuela nació en la colonia
francesa y nos daba referencias de la Isla. No recuerdo muy bien
que mi padre nos hablase a mi y a mi hermano gemelo, Juan, sobre
Menorca. Al menos de una forma específica.
-En el libro «El revés y el derecho», Albert Camus
cuenta cómo visitó Mallorca e Eivissa en sus años de juventud. ¿Le
habló de aquel viaje?
-Mi padre viajó a las Balears a los 21 años. Trabajaba de
periodista, no era conocido aún y tenía poco dinero. En la
narración «Ansia de vivir» queda reflejado este episodio. Después
de la Guerra Civil no quiso ni pudo volver a España -ya que era un
autor perseguido por el regimen por sus ideas republicanas-. Sin
embargo, mi madre y yo visitamos la Isla con su aprobación. Él dijo
que él no podía acompañarnos, pero que valía la pena que
viniésemos.
-¿Qué recuerdo tiene de la Isla hace 48
años?
-Muy natural y salvaje. Diferente a lo que he visto ahora. He
estado en Cala d'Or y he visto casas artificiales y mucha
construcción. En el camino de ida y vuelta he visto un paisaje un
tanto devastado.
-Preguntamos en Sant Francesc si quedaba constancia de
la visita que hizo su padre al claustro...
-En esa época era muy joven y no era conocido. Mi padre murió
cuando yo tenía 14 años. Cuando le dieron el premio Nobel yo tenía
dos años menos. A esa edad, nunca me hizo ser consciente de que era
una persona célebre y mundialmente conocida. Simplemente era mi
padre. Fue después de su fallecimiento cuando me di cuenta del
alcance de su trascendencia en la sociedad.
-¿Qué carácter tenía su padre?
-Tenía mucho humor y encanto. No era para nada la imagen del
filósofo pensativo y abatido. Era muy vitalista. Estaba enfermo
desde los 17 años de tuberculosis y nunca nos habló de su
sufrimiento. Le encantaba jugar a fútbol con nosotros. El balonpié
fue una parte importante de su vida, incluso jugó en el equipo
Racing Universitaire de Argel, donde fue portero. Pero tuvo que
colgar sus guantes... Sin embargo nunca dejó de fumar, aún teniendo
sólo un pulmón.
-¿Considera a Albert Camus un
«existencialista»?
-Mi padre no tenía etiqueta alguna. Era un alma libre que buscaba,
ante todo, la libertad. Él pensaba que por encima de las
ideologías, estaba el hombre, su esencia. Por eso creo que en los
tiempos que corren el pensamiento de Camus está más vigente que
nunca.
-¿Por qué?
-Porque el hombre de hoy en día es menos libre, aunque esto no
parezca así a primera vista. Me parece que cada persona se crea
demasiadas barreras a su alrededor. Tiene una dependencia demasiado
arraigada en el dinero. En este momento, el dinero es la fuerza,
parece casi que la única fuerza.
-¿Qué tiene más presente, al Camus padre o al Camus
filósofo?
-Yo me quedo con el padre, que es el único que conocí. Sin embargo,
leyéndole, me he dado cuenta que el filósofo estaba a la par con el
hombre.
-¿Cree que frente a una epidemia o una gran enfermedad
dejaríamos de obedecer tan ciegamente al
capitalismo?
-No veo tan lejana «La peste», lo que cuenta mi padre en su obra
tal vez más conocida.
-¿Lee a menudo las obras de Camus?
-Mi tarea es autorizar cualquier evento, exposición, traducción o
difusión relacionada con la figura y obra de mi padre, lo cual me
lleva a estar constantemente en contacto con su obra. Esta
actividad, realmente agotadora, me lleva a viajar por todo el mundo
en su representación. Recibo cinco cartas diarias, como mínimo, de
gente que pide información sobre el filósofo. Hay mucha gente que
busca también en su obra un consuelo, además del aire de libertad
que su obra inspira.
-¿Hablará en Palma sobre el autor de «El mito de
Sísifo»?
-El próximo sábado, con motivo de la exposición, estaré en el
Estudi General Lul.lià. No impartiré una conferencia, pero si
alguien desea preguntar algo, estaré a su disposición.