MARIANA DÍAZ/JOANA NICOLAU
Ascensores clausurados; insalvables desniveles entre pisos; escaleras por todas partes; plantas y entreplantas; rampas que no cumplen la normativa. El interior del Museu de Mallorca es una frontera infranqueable para quienes sufren problemas de movilidad. Por ello, dentro de la inminente reforma que se acometerán en el mismo, la estrella es el plan de accesibilidad, elaborado en la dirección general de Arquitectura y Habitatge del Govern.
Sillas de ruedas, carritos de bebés, personas mayores, uso de muletas. Hoy, quienes se encuentran en alguna de estas situaciones lo tienen difícil para visitar el centro. Por ello la importancia del plan de supresión de barreras arquitectónicas, que ya «cuenta con todas las bendiciones», según Joana Maria Palou, directora del Museu. Ha pasado por las comisiones de Patrimoni Històric del CIM y de Centre Històric de Cort.
Palou insistió en que «la razón de ser del museo es el acceso al mismo, son los usuarios». Con la supresión de las barreras «se ejemplariza la ley en un espacio público emblemático».
El arquitecto Jaume Mayans, de la dirección general de Arquitectura y Habitatge, tuvo que enfrentarse a una construcción barroca diseñada como vivienda, no como museo, catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC) que fue el palacio de los condes de Aiamans, conocido como Ca la Gran Cristiana. Cuando se abrió al público, en los setenta, las leyes no contemplaban la accesibilidad.