NICO BRUTTI/MARIETA PINEDA
Sofoca el calor. Cae de plano sobre la humanidad de las más de doscientas tempraneras que se encuentran convocadas por el canto de sirenas de Alejandro Sanz. Situadas a las puertas del viejo estadio Lluís Sitjar, se cobijan bajo paraguas, gorros, sombreros. Se combate el bochorno como se puede, desde los helados hasta los refrescos.
Esto sucedía pocas horas antes de que llegara la hora del concierto. Pero, con el público ya en el estadio, la Cruz Roja tuvo que atender, al menos antes de cerrar esta crónica, nueve desmayos por bajadas de tensión, entre los que una persona fue evacuada al hospital porque su estado era grave, y una cura. El retraso con que comenzó el concierto pudo contribuir a los problemas médicos.
Volviendo a la tarde, una docena de orgullosas y forofas chicas de variada edad están instaladas desde las diez de la mañana, según cuentan. Atienden rigurosas los consejos de Cruz Roja: llevar calzado cubierto, ropa cómoda, beber mucha agua e ingerir fruta. No hay histerismo, sino una sana resignación. Ante la taquilla, la cola es de unos veinte metros, ordenada, aunque se espera que más tarde aumente a la búsqueda de una entrada de última hora. El dispositivo de Cruz Roja incluirá 35 miembros entre médicos, enfermeras, socorristas y técnicos sanitarios, así como ambulancias, dos zonas de asistencia, equipos de oxigenación y elementos de comunicación. En cuanto a la seguridad, la Policía Nacional custodió dentro y la Local, fuera.