EFE|PARÍS
El francés Henri Cartier-Bresson, uno de los padres del fotoperiodismo y fundador con Robert Capa de la agencia Magnum, murió el pasado lunes en su casa de l'Isle-sur-la-Sorgue (sureste de Francia), según informaron ayer fuentes de su entorno. La cámara es «la prolongación de mi ojo», decía Cartier-Bresson, fallecido a los 95 años de edad y enterrado ayer. Las fuentes precisaron que en los últimos tiempos se había debilitado de forma significativa y en los últimos días había dejado de alimentarse.
Nacido en la localidad de Chanteloupe, en las afueras de París, el 22 de agosto de 1908 en una familia de industriales, Cartier-Bresson se interesó desde pequeño por la lectura, el dibujo y la pintura, que perfeccionó con el cubista André Lhote. A los 22 años se marchó a Costa de Marfil, donde realizó diversos trabajos como cazador y, lo que fue más importante para su carrera, tomó sus primeras fotografías, que publicó en la revista «Vu». De vuelta a Francia, se compró una cámara Leica en Marsella, estuvo en contacto con los surrealistas que tenían entonces su centro en París, trabajó como asistente de directores de cine como Jean Renoir y Jacques Becker y fue encaminando su trabajo hacia el fotorreportaje, una orientación presente en un documental de 1936 sobre los hospitales de la España republicana.
Capturado por los nazis en el año 1940, logró escaparse tres años más tarde y fue uno de los que inmortalizaron con su cámara el momento de la liberación de París, antes de fundar en 1947 la agencia Magnum con el fotógrafo Robert Capa y otros amigos. Tras cubrir diversas guerras y grandes acontecimientos históricos durante tres décadas -fue el primer fotógrafo occidental que pudo entrar en la Unión Soviética en 1954, tras la muerte de Stalin-, en 1974 decidió dejar profesionalmente la fotografía para consagrarse a la que había sido su pasión de infancia, la pintura.