Una investigación crítica sobre el «Cant de la Sibil.la» da al traste con algunos de los mitos que envuelven esta tradición, muy arraigada en la sociedad mallorquina, a donde llegó procedente de Catalunya, y recientemente declarada Bien de Interés Cultural como parte del patrimonio inmaterial de la Isla. El musicólogo y profesor Francesc Vicens, que durante cuatro años ha ido recopilando información oral y escrita, lo ha analizado desde el punto de vista de una ciencia aún joven en la universidad española, la musicología, que entre otros aspectos, «estudia la música desde el contexto que le es propio»
Sobre la «Sibil·la», durante años, «se han ido diciendo muchas cosas que ya estaban documentadas, pero no se habían elaborado», apunta Vicens. Su trabajo, que se publicará muy pronto, ha consistido en «un juicio crítico de todo lo que se ha dicho y escrito». Por ejemplo, este joven musicólogo, señala que, en el siglo XIX, «el romanticismo ha marcado muchos mitos acerca del orientalismo, lo ancestral y lo exótico que, en realidad, son presupuestos románticos que han definido una manera de pensar». Este fenómeno, que se dio en toda Europa, es «un discurso que se legitima por la necesidad que tenemos de indentificarnos con unos símbolos». De este espíritu decimonónico habrían surgido algunos de los mitos sobre el «Cant de la Sibil·la».
Vicens se ha interesado por los datos antropológicos, musicales, sociales e históricos. Un ejemplo, el estudio etnográfico: el contexto coreográfico del canto, los vestidos, los distintivos que lucen los cantantes, dónde se canta. Desde el punto de vista social «no es igual la que se canta en Lluc o en la Seu que la de cualquier pequeño pueblo». Sin embargo, para el investigador es el mismo canto: «Depende de las expectativas sociales que tú te generes», comenta. «No es más auténtica una que la otra, son diferentes actividades en contextos diferentes». En realidad, añade, «detrás de cada «Sibil·la» «hay una manera de entender la vida».