Por primera vez en Palma, un control arqueológico de urgencia se convierte en una excavación con la mayor concentración de restos humanos, hasta 60 esqueletos controlados de momento de los que se han extraído 43. El descubrimiento confirma la tesis de que en Sa Calatrava, junto a la murada, hubo un cementerio para fallecidos por la peste europea de 1348. Si se continuara investigando el material en el laboratorio, finalizada la excavación, se sabría todo sobre la población de Palma del siglo XIV. «Se podrían hacer varias tesis doctorales», apunta Francisca Torres, directora de la excavación.
Ahora que se exhibe en sa Llonja una exposición sobre el yacimiento burgalés de Atapuerca, donde se halló el mayor número de huesos prehistóricos del mundo, podemos decir que Sa Calatrava es al siglo XIV mallorquín lo que la Sima de los Huesos de Atapuerca a la prehistoria, una comparación periodística, más que científica, pero cierta. Con una diferencia entre ambos yacimientos, que en Atapuerca se analizaron los restos en laboratorio mediante la más moderna investigación multidisciplinar. En Sa Calatrava, excepto que alguna institución o particular lo patrocine, el estudio de los huesos se cerrará con el fin de la excavación.
En este cementerio, un trozo de huerto del convento de Santa Clara que en 1348 tuvieron que ceder las monjas ante el colapso de los cementerios de la ciudad por la peste, se han encontrado individuos de todas las edades, mujeres, niños y personas mayores, que han ido saliendo desde las capas superiores hacia abajo. Por ahora han aparecido más mujeres que hombres. «Pero no sabemos por qué, si es que ellas fueron más resistentes y las enterraron las últimas», dicen las arqueólogas. Por un primer análisis a pie de excavación, se puede decir que «las inserciones musculares denotan que eran gente que hacía un ejercicio físico repetido y acentuado, que hacían trabajos que implicaban carga; que su salud dental no era excesivamente mala, aunque sí vemos mucho sarro; que padecían patologías como la artrosis o el caso de un individuo con sacro bífido aunque no con todos los síntomas de espina bífida». Pero es poco al lado de lo que se podría saber si se continuara investigando. «Es una oportunidad fantástica para obtener una foto fija de una población en el transcurso de una año porque el momento álgido de la peste fue en marzo, duró hasta junio, y siguió latente pero menos virulenta», explican. Se conocería qué comían, cómo vivían, en qué trabajaban, estado sanitario, rasgos hereditarios, relaciones de parentesco, altura...