AGENCIAS/REDACCIÓN
La cantante cubana Celia Cruz falleció ayer a los 78 años en su
hogar en Fort Lee (Nueva Jersey, EEUU), informó su portavoz, Blanca
Lasalle. La «Guarachera de Cuba» estuvo acompañada en los últimos
momentos de su vida por su esposo Pedro Knight y otros miembros de
su familia. La «Reina de la Salsa», quien fue operada en noviembre
de un tumor en la cabeza, había sufrido varias recaídas en las
últimas semanas como consecuencia de su mal. La leyenda de la
música llevaba meses sometida a tratamiento médico, tras haber sido
operada el año pasado de un quiste en el seno que resultó
canceroso. Unos meses después se le diagnosticó un tumor en el
cerebro que de nuevo fue intervenida quirúrgicamente, tras la cual
tuvo que ser ingresada en varias ocasiones en el hospital.
Antes incluso de conocerse su enfermedad, la cantante había dejado estipulado que su cuerpo fuera llevado a Miami para ser sepultado en esta ciudad. Aunque la fecha exacta de su nacimiento es una incógnita, pues Cruz nunca divulgó su edad, parece que la estrella nació un 21 de octubre de algún año de la década de 1920 en La Habana. Cruz, conocida por su frase de «azúcar», inició su carrera artística cuando un primo la animó a participar en «La hora del té», un concurso radiofónico en el que ganó la final. Tras unos principios en salas de fiesta de segunda categoría, tuvo su gran oportunidad cuando Mirta Silva, solista del grupo musical «La Sonora Matancera», abandonó la formación y Celia se presentó a las pruebas en las que salió seleccionada.
En 1957, hizo su primer viaje a Estados Unidos para recoger el primero de una serie de discos de oro y de platino. En julio de 1960, Celia y La Sonora Matancera lograron salir de Cuba para actuar en México y decidieron no regresar al país por sus divergencias con el régimen castrista, un exilio que vivió el resto de su vida y que le hizo nacionalizarse estadounidense. Durante toda su carrera acumuló honores y premios, entre ellos el Premio Grammy en la categoría de música latina en 1990 por «Ritmo en el corazón», con Ray Barretto, y el Grammy al mejor álbum de salsa por «La negra tiene tumbao» en 2002.