Vinyet Panyella decidió adentrarse en la vida de Santiago Rusiñol porque le interesaba «el individuo y sus motivaciones». «El pintor y escritor tenía una biografía oculta por el anecdotario y las memorialísticas» que convirtieron a Rusiñol en «un arquetipo». «Todo debe contrastarse», una motivación que Panyella siguió al pie de la letra en «Santiago Rusiñol, el caminant de la terra» que ayer se presentó en la Fundació la Caixa. Mallorca fue uno de los cuatro escenarios de la vida del autor. Representó su «madurez», «un lugar en el que vivir, trabajar y continuar con su vida de artista dentro de los parámetros familiares». En 1893 visitó por primera vez la Isla y, desde 1901 hasta 1913, vivió largas temporadas que le sirvieron para «eclosionar como dramaturgo» y para «repasar la vida llevada hasta el momento».
Durante cuatro años, Panyella dedicó sus horas a rebuscar información entre archivos, cartas o periódicos de época. «Sabía que tenía que centrarme en el trabajo de campo para no basarme en nada de lo escrito hasta el momento». De esta manera, logró «documentar» una etapa difusa de la vida de Rusiñol y «fijar la cronología de la obra pictórica y literaria que el artista realizó en Mallorca». «Hacer una cronología sobre el día a día de Rusiñol es difícil porque nunca estuvo mucho tiempo en el mismo sitio», una constante que no se cumplió en Mallorca.
El día a día del pintor en la Isla se escribió sobre la base de la amistad. Miquel Costa i Llobera, Gabriel Alomar, Miquel dels Sants Oliver y, sobre todo, Joan Alcover conformaron su círculo de amistades. Precisamente, fue «Rusiñol quien animó a Alcover a que escribiera en catalán». Rusiñol «estableció contacto con la intelectualidad mallorquina, con su manera de ver la cultura propia». «La simbiosis y la sinergia entre el modernista y los autóctonos fue total». Se complementaban. La literatura narrada desde la Isla es abundante. De esta periodo son obras como «El pati blau» o «El místic», entre otras. «L'Illa de la calma», por su parte, se escribió «mirando hacia atrás». «Aprovechó materiales de 1893 y otros posteriores», que crearon una historia «influida por sus vivencias» y «muy personalizada» que ha dado pie a «fijar el tópico».
Rusiñol realizó una importante obra pictórica en Mallorca. «Pintó más de cien cuadros», cuadros que reproducían paisajes de Valldemossa, Palma, Raixa, Alfàbia o Sóller. El Port de Sóller sirvió al artista como excusa para «plasmar el mar», un elemento que, en otras piezas, «no aparece». En la Isla, además, fue donde nació «Jardins d'Espanya», un libro que relaciona «la pintura con la poesía».