F.OLIVA
La muerte de Josep Maria Gironella ayer en Arenys de Mar fue una
sorpresa en el ámbito estatal y también en Mallorca. El novelista
realizó visitas esporádicas a Mallorca en diversas ocasiones entre
los años cincuenta y setenta. Éstas serían, pero, de carácter más
bien privado. Como excepción está la presentación de algún libro
como «Condenados a Vivir».
Aquí hizo amistad con el doctor Bartomeu Mestre y su familia. La hija del doctor, Carme Mestre, se encontraba «conmocionada y abatida» por la pérdida. «Me he enterado porque una amiga de su mujer me ha llamado en nombre suyo para darme la noticia», aseguró. «Hablé con él hace tres días, el 31 de diciembre, porque era su cumpleaños y le encontré muy bien, se le veía muy lúcido. Incluso bromeé con él porque la hora de su nacimiento no estaba muy clara y no se sabía si tenía un año más o menos».
La relación entre Gironella y los Mestre empezó tras la depresión sufrida por el autor en Nochebuena de 1952, cuando visitó Palma para ser atendido por el padre de Carme. Cuando se curó, dedicó a Mestre su libro «Los fantasmas de mi cerebro», como deferencia por el tratamiento que le había dispensado. «Al hombre que salvó el mi cerebro», decía la leyenda impresa. Durante su convalecencia, Gironella vivió en un piso de El Terreno. Mestre fue, junto con Baltasar Porcel, entrevistado por Gironella para escribir «Cien españoles y Dios».