Celia Cruz canta esta noche en el Casino de Mallorca con la misma fuerza de siempre, dijo ayer, porque es una mujer vital, enamorada de la música y «muy profesional». Cualidades que le mantienen en plena forma. La reina de la salsa, a quien en el vuelo a la Isla perdieron las maletas, se vistió con gasas verdes y abundantes joyas para contar, entre otras muchas cosas, que piensa morir en el escenario «aunque aún no he elegido el lugar».
Llegó al aeropuerto como una diva, como una reina de la canción. Allí le esperaba una limusina blanca para trasladarla al Casino, donde recibió a los medios de comunicación una vez recuperado su equipaje, lo que retardó casi tres horas en encuentro con la prensa. Aunque ella no fue la culpable del retraso, ofreció a los periodistas todo un repertorio de simpatía para compensarles por la larga espera. Pero ella no podía presentarse ante las cámaras sin imagen de glamour que ha paseado por el mundo entero.
La artista ofrecerá un concierto en el que no faltarán sus canciones de siempre como «Oye como va», y «Guantanamera» si el Rey acude a verla, algo que le «haría mucha ilusión porque sé que le gusta mucho esta canción». La cantante aseguró que en los conciertos no le gusta estrenar canciones. «Soy tan cubana como la palma», dijo de sí misma. Nadie lo duda porque este huracán hecho canción destila por todos sus poros el ritmo del Caribe. Celia no quiere cantar canciones tristes, aunque en un tiempo sí las hubo en su repertorio, pero las desechó al saber que aquella música afrocubana que entonaba «procedía de los esclavos».
Maestra titulada, comenzó de jovencita a cantar y todos sus amigos acudían a escucharla. Así comenzó una carrera fundamentada en el trabajo, la seriedad y cuidar la voz, señaló. El encanto personal de la artista y el fervor del público ponen el resto.