En un principio, Christer Strömholm fotografiaba objetos influenciado por su trabajo como diseñador gráfico. Más adelante, dejó lo inmaterial para centrarse en lo material, en lo humano. Buscó la parte más escondida de la sociedad y la plasmó en imágenes en blanco y negro, mostrando al público el lado oscuro de la realidad. Desde hoy y hasta el 1 de septiembre, la Fundació la Caixa acoge una exposición que repasa la obra del fotógrafo sueco.
Desde los años 50 hasta los 70. La muestra recorre mujeres, hombres, transexuales y niños. Strömholm se adentró en el otro universo después de vivir la Guerra Civil española, cuando vino a Mallorca a hacer de guía turístico. «En Palma entró en contacto con prostitutas del barrio chino», explicó Jakob Strömholm, hijo del fotógrafo. En la isla dejó de lado las imágenes que había hecho hasta el momento y se acercó «al mundo marginal», dijo el hijo de Strömholm. En Palma siguió la tradición de «hacer fotografías en la calle». Retrató a marines que descansaban junto a prostitutas o mujeres mayores entrando a nadar cogidas de la mano.
En París entró en contacto con transexuales, otro lado del universo escondido. «Primero entabló amistad con ellos y, a través del compañerismo, los fotografió», según el hijo de Strömholm. Se trataba de un intercambio entre el fotógrafo y el transexual. «Strömholm los mostraba como mujeres». No sólo eso, también los enseñaba «con ternura, con un rostro humano». En las imágenes pueden verse sus escenas diarias. Vistiéndose, desvistiéndose, en su casa o en la calle, la cotidianidad de un mundo marginal. «Strömholm conocía la responsabilidad del fotógrafo ante una imagen». Por ello, siempre pedía permiso a la persona antes de disparar.
Strömholm vivió una infancia traumática, lo que le llevó a verse como alguien especial. «Se sentía fuera de la sociedad, todas sus fotografías son un trabajo autobiográfico». Allí donde más se ve es en los retratos de niños, siempre «cerrados o detrás de una barrera», dijo el hijo de Strömholm.