«Un saludo a todos mis amigos y, a los que no lo son, lo serán a partir de ahora». Compay Segundo empezó el primer concierto de las Noches Mediterráneas de Costa Nord con estas palabras. Buscaba amistad y la encontró enseguida, con una ovación justo al principio que le hizo subir con más fuerza al escenario.
El cantante explicó algunas de las canciones y, en otras, dejó en manos de su cantante, Hugo Garzón, las anécdotas. Su primera novia «Macusa»; «La bella cubana», una canción del año 1800; «Las flores de la vida» que han tardado «94 años en llegar» o «La negra Tomasa» fueron desgranándose a lo largo de una velada íntima con 400 espectadores abarrotando Costa Nord. Los que estaban sentados no pudieron reprimir mover alguna parte de su cuerpo. Los que estaban de pie, toda su anatomía, algunos con más gracia que otros. Compay Segundo, sentado en su silla, danzaba con su instrumento. Tenía ganas de levantarse pero se contuvo.
Catherine Zeta-Jones se entregó en cuerpo y alma durante toda la actuación. La esposa de Michael Douglas, también presente, no paró de hacer palmas. Francesc Antich, presidente del Govern; Joan Mesquida, conseller d'Hisenda; Llorenç Huguet, rector de la UIB; Miquel Àngel Borràs, conseller insular de Medi Ambient; y Pere A. Serra, presidente del Grup Serra escucharon con atención las guarachas, los merengues dominicanos y los sones que Compay Segundo, muy bien arropado por sus muchachos, mostró.
Las primeras notas de «Chan, chan» hicieron vibrar a los presentes, al igual que el estribillo de «Guantanamera», la última canción. El concierto terminó como empezó: ovacionando al cubano. El público puesto en pie pidió más pero el artista no regresó al escenario. Había entregado, como prometió al principio, su amistad a los espectadores a ritmo de son cubano.