Las obras de Erwin Belchtod (Colonia, Alemania, 1925), de las que esta tarde se inaugura una muestra en la Fundación Matthias Kühn, salen «de la barriga y de la razón», una combinación de opuestos «de los que se compone mi pintura», explicaba ayer.
Erwin Bechtold, que se estableció en Eivissa en 1954, "«no sé si descubrí la isla o ella me descubrió a mí»", ha desarrollado un lenguaje coherente y sin concesiones. «Ya sé que esto suena a grandes palabras, pero si intentas explicar la verdad sobre tí mismo te expresas con el mismo lenguaje». De las observaciones que se han hecho sobre su cuadros, muchas, recuerda la que le calificó como «el pintor del silencio». «En un mundo rápido, ruidoso, necesitamos el silencio, la concentración, la meditación», comenta.
El artista, que no cree en las fórmulas y no ha seguido las modas, ironiza cuando dice que es consciente de que no está en la onda, al día, al presentar una exposición «sencilla, de cuadros, en la que no me desnudaré en la inauguración», una muestra sin ruido «porque exijo que la gente mire los cuadros, tiene que mirar para ver», pues, como explica durante la conversación, «lo importante se mueve dentro de lo más escondido». Este creador es uno de esos personajes que cuanto más sabios más humildad destilan. Aunque él cree que lo humilde, en estos tiempos de espectáculo y circo, es presentarse ante el público con otra desnudez, la de «sólo unos cuadros».
Y es que Belchtod, que entiende perfectamente que los artistas jóvenes «no quieran hacer lo que ya hicieron sus padres y abuelos», teme la prisas de hoy en día por conseguir el éxito fácil, buscar el atractivo en la banalidad o en lo menos espiritual. Por eso afirma que «el arte no puede existir sin la espiritualidad»; y también que «sin esfuerzo no se siente el arte, la vida en este mundo no es fácil en absoluto». Mirando atrás rememora, de manera rotunda, que «mi generación no hicimos los grandes inventos, eso fue obra de los anteriores, pero pudimos profundizar en lo encontrado».
Durante mucho tiempo, su carrera pictórica, su auténtico trabajo, caminó paralela a aquellos oficios que le permitieron ganar el dinero para vivir: diseñador gráfico, interiorista, diseñador de arquitecturas. Ahora da vueltas a la idea de una gran exposición sobre toda su obra para presentar unas facetas que, en realidad, nunca estuvieron desligadas, el todo Erwin Bechtold.