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Bàrbara Pastor: «La Real Academia está obsoleta, no hace falta en el siglo XXI»

La filóloga mallorquina publica «Las perversiones de la lengua»

IVÀN TERRASA - MADRID
Bàrbara Pastor nació en Palma de Mallorca y vive en Madrid desde hace 15 años. Doctora en Filología Clásica por la Universidad Complutense y profesora investigadora de las universidades de Michigan, Oxford y Londres, en 1995 recibió el galardón de Investigación en Lengua y Literatura Clásica por la American Philological Association.

En la actualidad imparte clases de griego en un instituto madrileño, tarea que compagina con la redacción de libros como «Las perversiones de la lengua», que acaba de publicar en la Editorial Planeta, y que pretende orientar al hablante medio del alud de neologismos y construcciones erróneas que los medios de comunicación ayudan a difundir. Su libro sólo pretende ser útil y hacer hincapié en algunos dislates frecuentes. Son tantas las «perversiones» idiomáticas vigentes que ningún libro de esta naturaleza puede ser exhaustivo. Por este motivo deja aún muchas de estas aberraciones en el tintero.

"El blanco de sus iras en este libro son los políticos y los periodistas, a los que señala como auténticos manipuladores del lenguaje.
"Es lamentable oír y leer lo mal que se expresan los políticos y los periodistas. Yo parto de que cuando no se tienen las ideas claras, el subconsciente te traiciona y lo manifiestas con el lenguaje turbio. Y así estamos, en manos de políticos que dicen las cosas de una manera medio turbia. ¿Qué dice el pobre Aznar, por ejemplo? Su «estoy seguro que» ya ha hecho escuela, lo repite una y otra vez... Pero no, señor Aznar, se dice «estoy seguro de que». Nuestro presidente del Gobierno habla fatal, es una cosa terrible. Pero sería injusto criticar sólo a los periodistas y a los políticos. El mal uso del lenguaje afecta también a los profesores.

"«Las perversiones de la lengua» está dividido en dos partes: lenguaje fértil y lenguaje estéril. ¿Puede explicar a qué se refiere exactamente?
"El lenguaje fértil abarca las construcciones que considero que son incorrectas, pero que una vez explicada la razón de su incorrección, son válidas. En cambio las estériles son las que no tienen remedio, se tienen que desechar. Ahí abarco los adverbios florero, los comodines estériles, las palabras inventadas, etcétera.

"Usted da clases a chavales de 15 y 16 años, ¿no será que el problema de la lengua radica en una mala enseñanza desde la base?
"En cierto modo sí, a los alumnos no les puedes pretender enseñar la sintaxis como hace 40 años, porque se ríen de ti. Pero aprenden si se les enseña de una manera lúdica, eso es algo que ya dijo Horacio hace 2.000 años: hay que enseñar, pero divirtiendo.

"Hace unos años, el Nobel de Literatura colombiano Gabriel García Márquez se refirió a la inutilidad de las reglas gramaticales y los puristas de la lengua casi se lo tragaron. Imagino que usted sería una de ellos.
"Lo que dijo fue una estupidez, como lo de «todos vamos a ser iguales» cuando él vive en una mansión con 40 criadas. Esas cosas se las puede permitir alguien que ha llegado donde lo ha hecho García Márquez pero, repito, no deja de ser una estupidez como la copa de un pino.

"¿En qué grado puede afectar el fenómeno de la inmigración a la lengua castellana?
"Yo lo veo muy positivo y muy enriquecedor. El problema gravísimo que ha traído la inmigración es que incorpora una diversidad física y psíquica para la que no estamos preparados la mayoría de profesores. Pero en lo que afecta al lenguaje, es enriquecedor que haya tanta diversidad en las aulas.

"En su libro critica duramente a la Real Academia Española de la Lengua, ¿por qué?
"No la necesitamos, está obsoleta, no hace falta en el siglo XXI. La Real Academia Española de la Lengua por dentro es como un Olimpo. Pero como han visto que se van los clientes y que la gente pasa de estudiar lengua, pues han hecho una especie de concesión a la juventud incluyendo palabras como guay en su diccionario. Es de lo más ridículo, un gesto evidente de que o incluimos guay o no vendemos diccionarios y, por lo tanto, no entra dinero. Y la Academia necesita dinero.

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