Víctor Ullate fue primer bailarín del mítico coreógrafo Maurice Béjart durante muchos años y hoy es director de la Compañía de danza que lleva su propio nombre. Mañana regresa al Auditórium, en el que tantos éxitos ha cosechado. El pasado diciembre el «maestro», como le conocen sus «discípulos», sufrió dos infartos consecutivos que le tuvieron al borde de la muerte. Por eso habla bajo, despacio, sin fatigarse.
"Fue poco a poco, me fui apagando, los de la ambulancia me decían: «Señor Ullate, venga, que usted todavía tiene que hacer bailar a mucha gente». Cuando estás entre la vida y la muerte dices: no he vivido lo suficiente, no he aprovechado la vida lo suficiente, no he valorado los momentos bonitos de mi vida. Sin embargo, hoy vivo disfrutando el momento, eso es lo más importante.
"Usted ya ha visitado Palma en otras ocasiones, ¿cómo es
el público mallorquín, hay afición o predominan los
curiosos?
"A Palma le tengo muchísima simpatía, me encanta. En Mallorca tengo
mi público y sé que me quiere porque cada vez que vengo la gente
responde muy bien, el teatro se llena. Me siento querido.
"¿Qué programa presentará?
"Traemos cuatro coreografías. «Gogh», de Eduardo Lao; «Musa» y
«Soleá», que son mías, y «Siete Danzas Griegas», de Maurice Béjart.
Un programa muy completo cargado de emoción y sensibilidad para un
público que, yo sé, sabrá entenderlo.
"Usted siempre ha defendido la academia como base para bailar, pero, ¿no se corre el riesgo de que el alumno pierda el carácter propio, la espontaneidad?
"Nunca se llegará a ser alguien en la danza sin técnica, si no puedes dominar un pie, una mano, la cabeza, unos ángulos. Es lo mismo que la pintura. Puedo pintar, pero como no tenga la técnica del color, del dibujo, nunca llegaré a ser bueno. A partir de ahí, que cada uno saque su personalidad.
"Sus bailarines le veneran.
"Gracias a ellos se me reconoce como un maestro en todo el mundo,
se sabe que Víctor Ullate no forma bailarines, sino que forma
estrellas. Lo que pasa es que a los bailarines que están en España
no se les hace caso. Un ejemplo es Tamara Rojo, la diva de Londres,
la primera bailarina del Covent Garden. Mientras estuvo aquí no le
hicieron caso. Y es la misma que estuvo conmigo. En este país no
valoramos lo nuestro. Es una pena.
"¿Qué tal siguen sus relaciones siempre tan turbulentas
con los críticos?
"Los críticos suelen ser gente frustrada. Gente a la que les
hubiese gustado bailar y que no han podido por lo que fuese. Y si
han bailado, no han llegado a nada. Hay algunos que no entienden
nada. Y luego se dejan llevar por amiguismos, simpatías, el estado
de ánimo de cada momento. Me parece lamentable.
"¿Cuál es el recuerdo más dulce de su
vida?
"Los momentos bonitos pasan, han muerto, forman parte del pasado.
Una de las cosas por las que yo he sabido evolucionar ha sido
porque no he vivido en el pasado. Es decir, este momento, ahora, es
bonito para mí. Tener la oportunidad de poder vivir tras unos malos
momentos, eso es realmente lo más importante.
"¿Y la cara amarga del ballet?
"La envidia es lo peor del ser humano. También en el ballet, existe
y existirá siempre. A veces me he sentido muy solo, sin nadie. En
este mundo cada uno va a lo suyo. Para llegar a algo, muchas veces
o tragas o no obtienes lo que quieres. Todo lo que yo he hecho me
lo he ganado a pulso.
"¿Qué hay que hacer, entonces, para alcanzar los
objetivos en esta vida?
"Es básico no tener ningún tipo de ansiedades. El querer algo que
no posees te lleva a sentirte mal contigo mismo, con tu persona.
Hay que saber aceptar lo que te viene, y saber que cuando llega es
por alguna cosa. Es fundamental saber aceptar la vida tal y como te
viene.
"¿Qué ha hecho en el pasado que no volvería hacer de
nuevo, y qué no ha hecho aún que le gustaría hacer?
"Si tuviera otra vez 21 años no me gustaría casarme, por ejemplo. A
los 21 años no sabes realmente lo que quieres, el amor va y viene.
Por el contrario, lo que me gustaría haber hecho lo veo ahora
reflejado en mi hijo, que no sólo baila, sino canta, actúa...
"En eso va a consistir, más o menos, la fundación que
llevará su nombre y que estará en Madrid.
"Así es. En más o menos dos años la Fundación Víctor Ullate será un
centro de intercambio cultural a nivel mundial donde los niños,
además de aprender a bailar para convertirse algún día en primeras
figuras, podrán estudiar y conocer a otros niños de todas partes
del mundo.
Ullate y el presente
Víctor Ullate tiene una idea preconcebida del mundo actual. «Es
terrible», dijo. «Coges los periódicos y ves una agresividad fuera
de lo normal». Las «guerras», el «odio», todo configura un panorama
desolador. «Falta el humanismo, el amor». Las personas tampoco se
salvan. «La gente es muy mecánica, se engaña». Para que la
situación cambie, Ullate ofrece una solución. «Si los políticos
fomentaran el arte, seguro que todo iría mejor».