Vive entre Palma, Washington y Barcelona. Es una pintora mallorquina de la generación nacida en los años setenta, a la que ya comienzan a mirar los programadores de exposiciones, como es el caso de la Torre de Ses Puntes donde, estos días, Astrid Colomar participa en una colectiva de artistas jóvenes titulada «En projecte VII». Astrid muestra en Manacor pintura, aunque también trabaja con otros lenguajes. Habla de su trabajo con la seguridad de quien cree que ha comenzado a encontrar una dirección: «Éste es mi camino, mi técnica, nadie me ha enseñado, yo he explorado».
«Mi mensaje es anterior a la obra, una especie de tener claro lo que quiero decir y que podría hacerlo con otro soporte, pero mi actitud vital es la pintura y es muy diferente cómo lo siento ahora a cómo lo sentía antes, porque la búsqueda generaba una angustia, pensaba: 'esto no está listo'». El camino no será definitivo, por eso sigo». La artista asegura que pinta «desde la profundidad de las cosas, no de las formas, sino desde las esencias» y así va llegando a una depuración».
«Todo va ligado», asegura. «Vas quitando cosas de tu vida y del cuadro; de repente, te satisfacen los espacios vacíos más que los llenos». «Siento que estoy bastante sola en esto», dice respecto a su generación. «El arte va hacia tener una idea en concreto y desmembrarla como si fuera un jeroglífico; mi abstracción busca una pureza, una esencia; hoy no hay interés hacia una actitud vital, sino hacia el juego de las ideas». Ella se pregunta por las cuestiones del ser humano, «que no tienen respuesta y que nos llevan lejos, son un motor creativo».