Pep Llambías asegura que ha perdido el miedo y que, en la exposición que hoy inaugura en el Centre Cultural Contemporani Pelaires, muestra su trabajo sin titubeos. La exposición reúne piezas en las que el artista revela su mundo a través de las distintas series en las que se expresa desde 1996. Llambías la ha titulado «Las mentiras de la luna», en un juego en el que subyacen desde su imposibilidad de reconocer las fases del astro, que tuvo que explicarle su hijo, hasta la realidad, de la que no se fía, por eso la pinta o la construye en escultura.
Rosas, manos, corderos, lenguas, corazones, letras, palabras, son elementos de un lenguaje plástico sobre los que Llambías asegura que «reflejan una vida, pongo mi intimidad al descubierto, todas las series tienen el mismo significado, son momentos que cada uno lleva». El artista se confiesa a través de las piezas, dice, y esto no le incomoda porque forma parte del «mensaje que tengo que dar, yo soy así, hago una escenificación».
Para ello utiliza la ironía. «¿La vida no es irónica?», se pregunta. Llambías quiere ser «testigo del tiempo» y trabaja con una intención: «Dar una imagen real del momento que me ha tocado vivir, cada uno lo transmite de una manera, no te puedes esconder de la vida real». Ahora, todo esto que investiga en el taller "«con horario de oficinista y, además, me llevo el trabajo a casa»" se muestra en la habitual exposición del verano que organiza Pep Pinya en el CCCP. Por eso expone «sin titubeos, sin miedo». Y señala que se siente contento «porque es una revisión muy amplia de todo lo que he estado haciendo». Aunque trabaja en series, entre ellas existe «un cordón umbilical y latente», afirma. «Todo se relaciona». Llambías se expresa de diferentes formas y formatos, pero «todo tiene una coherencia».
La repetición de elementos, como la que plasma en un frontal en el que aparecen 100 corderos diferentes que responden a otros tantos personajes fallecidos, cada uno en un año sucesivo, para mostrar el «anónimo amontonamiento de lo que llamamos humanidad». Las rosas, a lápiz, una técnica que maneja muy bien, hablan, en blanco y negro sobre papel, de la «belleza y la fragilidad del tiempo». Con las palabras quiere «reafirmar, remarcar la rotundidad con la que has expresado una cosa, si escribes reafirmas aquello que has trabajado». Pero el lápiz también es el carbón, porque la naturaleza y el ecologismo están presentes, ya que piensa: «Se debe de preservar porque es el único pulmón que tenemos».