El cantante norirlandés Van Morrison actuó anoche en el centre cultural de Costa Nord de Valldemossa, en uno de los conciertos que más expectación han levantado de la programación musical del verano mallorquín. Fiel a su cita anual con nuestra Isla, que el mismo cantante confiesa que se ha convertido en uno de sus escenarios preferidos en los últimos años y que le han llevado a considerar como «uno de los nuestros», el de Belfast volvió a colgar el cartel de «no hay billetes» para un recital que tuvo dos pases independientes.
El limitado aforo del centre cultural Costa Nord, unas 350 personas en cada pase, junto a la presencia de cuatro miembros de la Familia Real "el Príncipe y los duques de Palma" y del hollywoodiano actor Michael Douglas, esta vez sin Catherine Z. Jones, hizo que la ocasión se convirtiera en una cita obligada para la jet society balear. Así las cosas, no es de extrañar que, en la reventa, las entradas alcanzaran precios similares a uno de los palcos para la final de la Copa del Mundo más futbolera. Según ciertas fuentes, se llegaron a ofertar entradas a 200.000 pesetas la unidad.
Ajeno a todo esto, Van Morrison llegaba a su hotel palmesano hacia las 13.15 horas, en un BMW negro diplomático acompañado por un discreto chófer y un enorme guardaespaldas. Famoso por su trato esquivo con la prensa, el compositor de canciones imprescindibles para el amante de la música rock, como «Astral weeks», «Gloria», «Brown eyed girl» o «Bright side of the road» se mostró accesible y educado posando con el pulgar hacia arriba en un gesto premonitorio de lo que iba a ser el concierto. Y es que Mallorca parece tener un efecto balsámico para el «León de Belfast», un lugar donde el músico suele encontrarse bastante a gusto.
Van Morrison, aparte de su genial capacidad creativa, es un trabajador infatigable. Y un músico muy exigente tanto con él mismo como con la banda que lo acompaña. Por eso, es muy propenso a repartir palos y zanahorias a los que lo rodeen.