Que las «Noches Mediterráneas» de Costa Nord gozan de una selecta unicidad, es redundar en algo bien conocido. Y el concierto de ayer en Valldemossa de Jan Garbarek & The Hilliard Ensemble no podía escaparse de esta premisa. El ambiente era de gala para un recital muy esperado. El gran éxito cosechado por «Officium» y «Mnemosyne», los dos últimos discos de los cinco afamados intérpretes donde recogen composiciones de los siglos XI al XVI, y por la peculariedad cuasimágica y espiritual de su música, hizo que se cuidasen con esmero todos los detalles.
De esta manera, la policia local cortó la calle que pasaba por delante del recinto para que el sonido de los coches no pertubara el ambiente de recogimiento. Tampoco se permitió que los fotógrafos usaran flash más que en las dos primeras canciones. Incluso parecía que los pájaros habían recibido una petición extraordinaria para guardar silencio. Se buscaba recrear la atmósfera idónea, casi sacra, que precisaba una actuación de estas características. Cualquier susurro sonaba como un disparo. Y qué decir de un vaso que cayó al suelo con el estrépito de una estampida de bisontes provocando casi el infarto al desmañado.
Tras conseguir los elementos externos necesarios sólo quedaba deleitarse con la música de los virtuosos, que aparecieron sobre el escenario vestidos con sobrios trajes oscuros, no podía ser de otra forma, y rodeados de una luz mortecina que acentuaba más la mística del espectáculo. Durante las casi dos horas de actuación los privilegiados oyentes, que llenaban por completo el coqueto anfiteatro de Costa Nord, pudieron disfrutar del repertorio actual de Jan Garbarek (saxofón); David James (contratenor); John Potter (tenor); Steven Harrold (tenor) y Gordon Jones (barítono).
Los músicos exploraron los especiales y vibrantes sonidos de los temas incluidos en sus últimos álbunes, con nuevas versiones y sus últimas incursiones en melodías inéditas que serán recopiladas en un disco compacto. El efecto inmediato de la música entre el público fue evidente. Muchas parejas terminaron el recital abrazadas, cogidas de la mano o apoyando la cabeza en el hombro de su compañero o compañera.