Al artista catalán Agustí Puig le gusta hablar de contención en su pintura, de economía de gestos, de insinuar más que explicar, de misterio, fuerza y energía. De que lo que se puede decir con una pincelada no necesita más medios. De todo ello da fe la exposición que esta tarde inaugura en la galería Pelaires.
«En pintura lo que no suma resta; si lo puedes decir con un trazo queda mejor que con dos, un trazo innecesario te hace perder mucho». Y apunta una definición: «Pintura es cuando la mano va más deprisa que el pensamiento» porque lo que le interesa es «pintar más con el estómago que con la mente». Todo ello para contar los temas «que importan al ser humano, la muerte, la vida, el sexo, los placeres, buscar la luz, lo que mueve al hombre», apunta.
Puig se deja llevar «por la emoción» y como «el arte es técnica, sensibilidad e intuición» él se mueve al ritmo de estas tres cualidades que atribuye al hecho de crear. Puig reniega del prototipo de «artista intelectual que pide el público» del que dice que «ayuda a vender pero es falso». Él reivindica «los sentimientos».
Los cuadros que presenta en Pelaires reflejan también su interés en cuanto al color. «Mi paleta es la de la escuela española, los colores de Velázquez, tierras, blancos y negros que no cansan, que son más elegantes». Y los vierte en una pintura de gestos.