Aunque a menudo pensemos lo contrario, para ser felices seguramente necesitaríamos muy poco: Una postal en Navidad, un amigo con quien poder hablar o ir al cine, una llamada en el día de nuestro santo, un confite en Semana Santa o una rosa y un libro en el Dia del Llibre. Si las perspectivas de que esto último suceda son más bien escasas, parece aconsejable, en un día como el de ayer, arreglarse, salir a la calle, ver el ambiente que hay en los diferentes puestos de venta, interesarse por las novedades y libros más vendidos, y alegrarse por los confites, las rosas y los libros que, sin duda merecidamente, habrán recibido muchos conciudadanos.
La presente edición del Dia del Llibre se adelantó un día para que, como es sabido, no coincidiera con la festividad del Domingo de Resurrección. Existía cierta prevención por parte de los libreros sobre cómo iba a reaccionar el público, pues el hecho de que este año coincidiera la jornada con el largo puente de Semana Santa podía influir en los potenciales clientes. Por la mañana las calles estuvieron muy concurridas, en especial la Plaça Major y Sant Miquel, si bien la mayoría de paseantes fueron turistas disfrutando de un día de primavera soleado y tranquilo.
El hecho de que la mayor parte de ellos desconociera los idiomas catalán y castellano no debería haberlos retraído a la hora de comprar un libro de alguno de nuestros autores más vendidos, porque aunque no entendieran lo que leen ni le encontrasen sentido alguno, su desconcierto no sería mucho mayor del que a veces experimentamos nosotros mismos como lectores. Por la tarde, como cada sábado, las calles fueron vaciándose poco a poco. En los puestos de venta podía encontrarse a algún que otro paseante solitario a la búsqueda de algún libro triste con el que poder paliar, paradójicamente, su propia melancolía y soledad.