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La magia del teatro Noh abrazó Pollença

La compañía japonesa Kokoromi-no kai tuvo una gran acogida de público en Sant Domingo

TONI LIMONGI
El teatro Noh proyectado en el XXXVIII Festival de Pollença consiguió llamar la atención de los mallorquines. La función preparada en la noche del domingo por la compañía japonesa Kokoromi-no kai consiguió llenar el Claustre del Covent de Sant Domingo.

Había mucha expectación por conocer este antiquísimo teatro japonés y, poco antes de la función, ya se respiraba un agradable ambiente. El conseller d'Educació i Cultura, Damià Pons, decidió aprovechar la velada del domingo y acudió a la representación.

El viernes ya se había realizado una función, pero el misterio y la magia del Noh seguía siendo la misma. Pronto se apagaron las luces y aparecieron, sentados y ataviados con un sobrio traje japonés, cuatro instrumentistas "tres percusionistas y un flautista" y tres vocalistas.

Empezó a sonar la música de «Yoro», casi minimalista, dejando atónitos a los presentes. Paralelamente, comenzaba el ritual de la danza del Noh Maibayashi, en el que un actor inició unos complicados movimientos con abanicos. Este número arrancó los primeros aplausos.

Unos minutos más tarde empezó el Kyogen, una representación cómica que contaba la historia entre un diabólico Dios del Trueno "con una vistosa máscara" y un médico japonés. Las carcajadas llegaron cuando el doctor se dispuso a aplicar agujas de acupuntura a la deidad mientras ésta se retorcía por los suelos de dolor.

Al finalizar el Kyogen, el público se preparó para el plato fuerte de la velada: la ópera dramática titulada «Funa Benkei», una conjunción de música, danza y teatro. Vistosas máscaras y trajes de ocho kilos de peso dieron colorido a un intenso drama recitado íntegramente en japonés. La gente, que no comprendía los diálogos, observaba atentamente el despliegue cromático y musical del Noh.

Finalmente llegaron los bises, que consistieron en un número musical y una representación de danza. Esta última desembocó en un efectivo despliegue de serpentinas blancas que encandilaron a los asistentes. Fue el punto final para una noche con sabor oriental en la que primó el espectáculo de lo desconocido.

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