La escritora y divulgadora cultural Esther López Barceló reivindica las exhumaciones de víctimas de la dictadura franquista, fusiladas y enterradas en fosas comunes, como un acto que supone «en sí mismo, la puesta en práctica de una política de cuidados». «Sea cual sea el resultado de los trabajos arqueológicos se ha exteriorizado un duelo público en el que las sobrevivientes han podido verbalizar su dolor, un dolor que se ha colectivizado», asegura.
«Muchas de las personas que participan de las exhumaciones con sus testimonios sienten que en el momento de iniciarse los trabajos son escuchadas por primera vez». «Eso ya es un acto de reparación en sí», reflexiona la autora, quien lleva desde los 19 años vinculada a la investigación y la lucha por la memoria histórica desde diferentes ámbitos -político, social o educativo, entre otros-.
Fruto de estas experiencias, surgió la idea de su último 'El arte de invocar la memoria. Anatomía de una herida abierta' (Barlin Libros, 2024). De hecho, confiesa entre sus páginas que «necesitaba contar cómo se precipita el tiempo hacia atrás al mirar una fosa. Porque esa tierra yerma, que esconde el crimen como un enigma, se convierte en una matriz que pare en cada una de nosotras incontables formas de conjurar el tiempo perdido».
Este ensayo pretende «explorar acerca de las diferentes formas que tiene la memoria de aparecerse, de hablarnos directamente», afirma López Barceló, en una entrevista concedida a Europa Press, en la que explica que durante el proceso de documentación y escritura se alejó de «las infinitas narrativas cerradas (novelas, películas, documentales) que han tratado el tema», pues le interesaba «mucho más» hablar de «la capacidad de los objetos, actos comunitarios, intervenciones artísticas, fotografías y grafitis para evocar la memoria de toda aquella violencia que quedó soterrada durante casi 40 años de democracia».
Ante la disyuntiva de si pueden convivir el amor y la rabia en el acto de hacer memoria, la escritora, quien parafrasea habitualmente la cita de la periodista catalana Montserrat Roig que defiende que 'Si existe un acto de amor, este es la memoria', responde: «Profundamente». Subraya que, con su trabajo, no pretende «romantizar en ningún caso aquel tiempo oscuro -en referencia al franquismo-», sino «alumbrarlo para que lo veamos bien». «Y en esa determinación late el amor profundo por las represaliadas, pero el motor que me empuja a hacerlo es una ira movilizadora», desarrolla.
A su juicio, «cuando el pasado altera la realidad, la memoria se escribe en presente de indicativo». Así, ante un futuro en el que previsiblemente se aprobará en la Conmunitat Valenciana la ley de concordia -impulsada por el Consell conformado por PP y Vox y criticada por entidades memorialistas por considerar que trata de «reescribir la historia» y que es «preocupante para la democracia-, »debemos inventar nuestras propias claves para resistir«, recupera una frase que Manolita del Arco, la presa que más años estuvo encerrada en las cárceles femeninas de la dictadura, le dijo a su hijo. »Y, como ellas -Manolita y sus compañeras-, actuar unidas. Siempre partiendo de la base de que para ser demócrata hay que ser antifascista", apostilla.
Se "conjura" para "vengarlas" a ellas
«Mi mirada a la memoria está atravesada por la perspectiva de género», apunta la autora, quien remarca que son ellas, las mujeres, quienes han dedicado sus vidas a «cuidar tanto de los vivos como de los muertos; las que, ancestralmente, han mantenido viva la llama de la memoria». Como ejemplo en el ámbito de la Comunitat Valenciana, señala que esta realidad «tiene una constatación material» en los azulejos del cementerio de Paterna (Valencia) que las compañeras, esposas, hijas o nietas de los hombres asesinados «plantaron en la tierra yerma que contenía los cuerpos de 2.238 fusilados».
Es por ello, que, no solo en 'El arte de invocar la memoria', sino en el resto de sus trabajos, López Barceló se «conjura» para «vengar» a las mujeres, víctimas de la dictadura, al tiempo que actoras del devenir histórico y «guardianas de la memoria» de sus fallecidos. Y, en especial, para «vengar» a sus abuelas, pues, afirma que, tras comenzar la carrera de Historia, «muy pronto» fue consciente de que «venía de una estirpe de trabajadores manuales, planchadoras y exiliadas» y que «tenía un deber para con todos ellos y ellas». «Debía recuperar la memoria de aquel tiempo que estrechó tanto los límites de sus vidas y determinó, todavía hoy, las condiciones materiales de sus descendientes», expone.
En este sentido, recuerda que en una ocasión alguien le dijo que «tuviera cuidado con que la encasillaran en el tema de la memoria». «Yo le dije que sería un honor que así fuera. Así que sí, espero que se me recuerde alguna vez por haber sabido escribir la épica de las vencidas», expresa.
Esta perspectiva de género lleva a la escritora a defender que «citar es un acto político» y, por este motivo, asegura que «siempre necesita» que los nombres de quienes le «inspiran», le «cuentan» y le «abren ventanas nuevas» formen parte de sus escritos. De este modo, en su último libro aparecen referenciadas Begoña Méndez, Zoe Kerangat, María Sánchez, Isabel Mellén, Eva Máñez, Andrea Moreno o Adriana Barceló, entre otras.
Los cuadernos de manolita del arco
Asimismo, en 'El arte de invocar la memoria' Esther López Barceló explora de nuevo su genealogía feminista, conformada en gran parte por numerosas resistentes antifranquistas que le precedieron. En esta ocasión sobresale la figura de Manolita del Arco: «Sus cuadernos de claves reafirman mi necesidad de escribir la épica de las vencidas». A través del hijo de quien fue la presa que más años estuvo encerradas en las cárceles de mujeres franquistas, descubrió unos documentos con «unas instrucciones ininteligibles hoy en día que les servían para tejer con cuatro y cinco agujas».
«Pero resulta que no solo servían para eso. Entre sus abreviaturas se escondía un código, un lenguaje secreto que compartían de celda en celda y de cárcel en cárcel. Las presas comunistas de Ventas y Segovia inventaron un lenguaje para resistir y organizarse», desarrolla, a la vez que dice que les «cuesta entender cómo nadie antes había fijado su atención en estas libretas». «Son un testimonio que reafirma una idea que tengo hace mucho tiempo y es que existe una unión indisoluble entre el tejido, la memoria y las mujeres», zanja.
"canalizar historias" que "impresionan"
La escritora entiende 'El arte de invocar la memoria' como una «ampliación» de la nota de la autora de su primera novela, 'Cuando ya no quede nadie', para escribir sobre historias que le «fascinan», le «impresionan» y le «tocan muy adentro». «Necesitaba canalizarlas y entonces surgió la posibilidad de este ensayo que ha sido posible porque Alberto Haller, editor de Barlin Libros, confió en mí», destaca, y sostiene que la memoria es «el eje que vertebra su vida» desde que tenía 19 años .
De esta forma, y, en gran parte, a partir de su experiencia con las «guardianas de la memoria» de las fosas de Paterna, «parió» este ensayo, en el que, López Barceló, que también es profesora y coordinadora del Aula Didáctica de la Memoria Democrática, vierte una «verdadera necesidad» por difundir las historias que recopila con su trabajo. Admite que escribe como si estuviera dando una clase al alumnado: «Es un defecto de fábrica, como hija de docentes de Secundaria siempre existe una vocación en mis escritos de llegar lo más lejos posible, es decir, de alcanzar a cualquier público posible».