El doctor Augusto Zafra, responsable de la unidad de desintoxicación del Hospital Vithas Aguas Vivas, ha alertado que más del 90% de niños y adolescentes de entre 10 y 15 años que disponen de móvil «accede a internet sin una supervisión eficaz por parte de un adulto». Se calcula que el 70% de menores en ese rango de edad tienen un dispositivo móvil o 'smartphone'.
Según ha expuesto el psiquiatra, se ha producido una normalización en el uso de este tipo de dispositivos que tiene como principal efecto que «los jóvenes mantienen, hoy en día, un exceso de tiempo invertido en los dispositivos móviles; no solo con fines educativos sino también en otras áreas cotidianas de su vida, bien a nivel de relaciones sociales, como entretenimiento o incluso en la forma de relacionarse sexualmente».
Una situación que, ha resaltado, se ha visto agravada tras la pandemia de 2020: «La mayoría de la sociedad se vio en la obligación de continuar con sus actividades académicas o laborales a través de dispositivos móviles, ordenadores, tablets... Este hecho supuso una revolución en el entorno educacional y en la forma de relacionarnos en el trabajo, pero hizo que incluso niños menores de 10 años se vieran expuestos a normalizar el uso de este tipo de recursos tecnológicos para no perder el ritmo académico impuesto por las escuelas».
Por este motivo, el doctor Zafra ha puesto sobre la mesa el debate sobre las edades recomendadas para el uso de dispositivos móviles en menores: «Algunas respuestas obtenidas de padres de familia sobre la edad idónea que consideran que su hijo puede tener su primer dispositivo argumentan que podrían ser los 9 años».
Unas respuestas que, ha apuntado, «están sometidas a una interacción multifactorial: la opinión del adulto, la forma que quiere educar a sus hijos, la educación que haya recibido de pequeño, la cultura de su entorno, la sociedad en la viva, la permisividad política de ese país, la difusión mediática a la que esté expuesto».
A partir de los 15 años
En consecuencia, según el especialista, se está trabajando en establecer «consensos y recomendaciones que no supongan un riesgo a futuro en el neurodesarrollo o que derive en problemas psicológicos», por lo que su recomendación es «retrasar al máximo la edad de posesión del primer dispositivo móvil»: «La edad de los 15 años es la franja más recomendable según indican los profesionales de la salud».
Además, ha defendido que «Las consolas de videojuegos no deben permitirse a los niños antes de los 6 años». El objetivo es prevenir a futuro problemas asociados al sedentarismo, sobrepeso y conductas asociadas a ciberdependencia. En esta edad, ha remarcado, «el autocontrol de los niños no está muy bien desarrollado, ni existe un criterio por parte del menor de diferenciar la realidad de la ficción y puede buscar una continua estimulación cerebral mediante la asociación de videojuego-entretenimiento-distracción».
Respecto al acceso a dispositivos tecnológicos sin conexión a internet, el psiquiatra ha recomendado permitirlo antes de 9 años si se les configura un entorno cerrado. Es decir, tecnologías sin conexión a internet, pero con contenidos cargados y seleccionados previamente como videos, imágenes, textos y audios con un enfoque educacional o de juego-educativo.
Todos estos contenidos, ha subrayado, «deben ser apropiados para su edad, deben haber sido revisados en su totalidad por un adulto y el tiempo de exposición debe estar acotado y previamente pactado con la finalidad de que el menor integre el concepto de proporcionalidad y límites».
Una estrategia que según él permite reducir los riesgos a los que se exponen los menores de edad cuando hacen uso de las tecnologías, evitar el riesgo que puede suponer navegar por la red y minimizar el impacto de alto pulso de estimulación que supone la interacción sin control por internet o redes sociales para facilitar un neurodesarrollo correcto del menor.
«Desde los 9 años en adelante, los niños han desarrollado habilidades para navegar por internet, tienen mayor poder de discernimiento, aunque existe una merma en la capacidad de proporcionalidad y dosificación de tiempo invertido en las tecnologías --ha argumentado--. En este momento evolutivo del menor, es posible darle acceso a la web sin redes sociales, siempre y cuando madres, padres y cuidadores, establezcan con niñas y niños acuerdos sobre un uso responsable, horarios y límites de tiempo en la conexión, acuerdos sobre lo que pueden y no pueden hacer cuando navegan y conversaciones de prevención acerca de los riesgos digitales a los que están expuestos».
El objetivo es «una normalización de este tipo de herramientas, sabiendo que van a tener que integrarlas en su vida en un futuro, académico o laboral, sin perder la perspectiva de que estamos nutriendo el cerebro con estímulos sensoriales de pulso rápido y que el cerebro debe ser cuidado para facilitar el correcto neurodesarrollo». Por último, «la edad recomendada para que un joven pueda iniciar sus primeros contactos en las redes sociales bajo supervisión de un adulto es a los 15 años».
Problemas derivados de un uso excesivo del móvil
La adicción a dispositivos móviles puede generar consecuencias psicológicas en la vida del individuo y en ocasiones puede derivar en un trastorno mental o una repetición obsesiva en clave adictiva. Varios estudios han demostrado que existe relación entre el uso excesivo del dispositivos móviles o teléfonos inteligentes como factor precipitador y mantenedor de problemas psicológicos o síntomas psiquiátricos en personas con vulnerabilidad o una predisposición intrínseca.
Entre los trastornos asociados o que se pueden desarrollar debido al uso de dispositivos móviles o teléfonos inteligentes destacan los de depresión, ansiedad, baja autoestima o síntomas asimilables al déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Otras alteraciones asociadas que se detectan son problemas o trastornos del sueño, insomnios, migrañas o cambios de humor.
Y es que, ha prevenido el doctor, el uso de dispositivos móviles puede desencadenar en adolescentes problemas de autorregulación emocional y afectar en el neurodesarrollo de funciones ejecutivas y cognitivas, además de asociarse con problemas de control de la impulsividad y tolerancia a la frustración.
«El aislamiento social forma parte de algunos casos donde los jóvenes tienen como vida social las interacciones que presentan a través de los dispositivos, ya sea en redes sociales o en juegos de rol, lo que incrementa el sedentarismo, el aislamiento y una no-socialización persona a persona», ha alertado.