El investigador José Antonio Herráiz encontró el pasado verano unos documentos en el archivo de la Diputación de Zaragoza (DPZ) que daban explicación a uno de los grandes enigmas de la Filatelia: el sello azul de dos reales de 1851 con la efigie de Isabel II. En la actualidad se tiene constancia de la existencia de tres ejemplares, dos forman parte de colecciones privadas y el tercero pertenece a la British Library.
La particularidad de estos sellos reside en su tonalidad azul, color correspondiente al de seis reales, en vez del rojo anaranjado que presentaban los de dos reales de la época. Desde la primera vez que se conoció su existencia, se barajaron dos posibilidades: o bien era un error o bien un ensayo.
Se tuvo constancia por primera vez de este sello en 1868, en una publicación de una revista inglesa filatélica, relata Herráiz, en la que se publicó una nota, bajo seudónimo, de un coleccionista, que decía lo siguiente: «Tengo en mi colección un sello de dos reales azul, de España de 1851, y no lo encuentro catalogado en ningún sitio». «Evidentemente, no lo podía tener catalogado porque nadie lo conocía», revela Herráiz.
A partir de ese año comenzó el debate de si ese sello fue una prueba o un error, siendo en este segundo caso una característica de revalorización, es decir, «cuando no se corresponde con el diseño previamente aprobado y sale a la venta por los canales regulares tras haber escapado a los controles de fabricación», dice el estudioso de filatelia, algo que los hace únicos. Herráiz aclara que «un ensayo o prueba se puede producir cuando el impresor decide probar el sello en otro color para saber si queda mejor o peor».
La prueba irrefutable de que el sello azul de dos reales fue un error se encontró en 1898, «solo se conocían dos ejemplares. Ese año se descubrió en Madrid, dentro de un bloque de sellos de seis reales que se estaba cortando, el tercer dos reales azul», expone el académico.
Un señor de Toledo fue a Madrid buscando comprador para un bloque de 16 sellos de seis reales. Entró primero a la Filatelia 'Gálvez' y no se lo quisieron comprar --los matasellos eran bastante borrosos-- por lo que fue a la más próxima, la de los hermanos Vives, que sí lo adquirieron.
Herráiz destaca que «los sellos se vendían mejor por unidad, por lo que decidieron cortarlos y, cuando lo hicieron, se dieron cuenta de que había uno distinto». Es por ello que este tercer ejemplar cuenta con una pareja, un sello azul de seis reales al que va adjunto.
Concluye que «a partir de ese momento, todo el mundo entendió que se trataba de una confusión, se aceptó que eso no era un ensayo ni una cosa extraña, había salido así». El motivo fue descubierto por Herráiz el 25 de julio del verano pasado, cuando por un golpe de suerte accedió a la caja que le dio la respuesta.
Investigando en el archivo de la DPZ accedió al contenido de la caja correspondiente al servicio de Correos en Zaragoza durante el año 1851. Buscaba información de un 'sobreporte local' --lugares donde en aquella época había que pagar algo más por recibir el correo-- pero no lo encontró. En cambio, añade: «No podía creer lo que estaba viendo cuando comencé a hojear los papeles del dos reales azul, me concentré exclusivamente en ellos».
En dicha caja estaba el informe sobre el descubrimiento del error en el Gobierno de Zaragoza, las instrucciones de la Fábrica del Sello, tras advertir esa equivocación, y el informe del Gobernador de Zaragoza, José María Gispert, sobre el cumplimiento de las instrucciones recibidas.
Estos archivos, fechados desde el día 24 de diciembre de 1850 al 28 de marzo de 1851, han sido claves para desentrañar el misterio, «es el maná de cualquier investigador, porque prácticamente responde a todas las preguntas que uno pueda hacerse, detalla el origen, el desarrollo y la conclusión», declara el investigador.
El primer documento de esta carpeta es una circular de la Fábrica Nacional del Sello dirigida a Gispert. «Los sellos entonces se enviaban a los gobiernos civiles, no a Correos, porque los envíos además eran de Hacienda, eran papel timbrado», refiere Herráiz.
Dicha comunicación presenta un formato de circular porque figura escrito a mano «Zaragoza», y se presupone que a cada provincia se mandó uno como el que encontró José Antonio Herráiz. En ese papel se relata el envío de los sellos de seis reales y se añade una factura duplicada --para que una copia quedara en Zaragoza y otra se devolviera a Madrid firmada-- la cual no se ha encontrado. También figura la firma del grabador y director de la Fábrica Nacional del Sello, Bartolomé Colomina.
Problema contable
El Gobernador de Zaragoza mandó un manuscrito el 30 de diciembre remitiendo la factura firmada a Madrid, pero añadiendo que en los 25 pliegos de sellos de seis reales había uno timbrado con la cantidad de dos reales. «El gobernador no tenía ningún tipo de problema filatélico, lo que tenía era un problema contable», detalla el académico, «la consecuencia era que existía un descuadre de cuatro reales por pliego».
Este error fue detectado durante la distribución de los sellos a los estancos de Zaragoza capital y a las subdelegaciones de rentas de la provincia. Desde municipios como Tarazona, Ejea o Belchite, se repartían a su vez a los estancos de los pueblos más pequeños que tenían alrededor. En total había 350 puntos de venta en toda la provincia.
El 4 de enero, Gispert recibió instrucciones de la Fábrica del Sello, también con formato circular, en el que Bartolomé Colomina, director de las máquinas de la Fábrica del Sello, reconocía el error pidiendo la devolución de estos sellos equivocados (los azules de dos reales) y enviando 25 de seis reales en equivalencia. «Es rarísimo encontrar a un responsable de una entidad, como la Fábrica del Sello, que reconoce que se ha equivocado y, por esta razón, este documento se considera un certificado casi de autenticidad», esgrime Herráiz.
El 28 de marzo de 1851, tres meses después de recibir ese reconocimiento de error, el gobernador mandó los 24 sellos equivocados que había conseguido reunir --hubo uno que no se llegó a encontrar-- y uno de seis reales de vuelta de los que la Fábrica del Sello había remitido para subsanar el error. «Ese sello de dos reales azul se tuvo que vender simplemente por seis reales», aventura Herráiz, y «en el resto de España pudo ser igual, pero al menos aquí podemos decir que hemos encontrado una explicación completa».
Los tres sellos azules de dos reales, de los que se conoce su existencia, con un valor de mercado cada uno de «cinco o incluso seis ceros», remarca Herráiz "son de los más raros del mundo. La última vez que se expuso uno de ellos fue en Granada hace unos 20 años.
Según Herráiz: «Una de mis ilusiones sería poder ver este sello en Zaragoza, en el Palacio de Sástago, junto a la documentación que explica que se trata de un error y no un ensayo». Documentación clave que ha resuelto el misterio del sello español más valorado de la historia.
Acerca de josé antonio herráiz
José Antonio Herráiz es académico de Número de la Real Academia Hispánica de Filatelia e Historia Postal desde el 1 de noviembre de 2018, con la lectura de su Discurso de Ingreso 'Sobreportes en la correspondencia de España, 1779-1854'.
Licenciado en Ciencias Empresariales por la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad de Zaragoza, también es académico de la Académie de Philatélie y miembro, entre otras, de la Asociación Filatélica Zaragozana, de la Royal Philatelic Society London y de la Sociedad Filatélica de Chile.
Ha obtenido numerosos premios, medallas y diplomas por sus estudios y publicaciones filatélicas en todo el mundo.