Un total de 148 alumnos aprenden en la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid a 'resucitar' el Patrimonio utilizando la química, la física y la historia del arte como herramientas.
Por esta Escuela, situada entre la Plaza de Santo Domingo y el Palacio Real, han pasado a lo largo de sus más de cincuenta años de vida más de 2.500 profesionales destinados a la «salvaguarda y preservación» del «ingente patrimonio cultural» de España.
El edificio, de varias plantas, cuenta con varias plantas y talleres para sus distintas especialidades --escultura, pintura, documentos gráficos y bienes arqueológicos-- y en él prima la minuciosidad frente al la velocidad que caracteriza a Madrid.
Así le demostraron los aprendices al vicepresidente regional, Enrique Ossorio, durante su visita a la escuela este viernes. Mientras la directora, Ruth Viñas, le guiaba y explicaba las distintas labores, de fondo un grupo de estudiantes trabajaba en un retablo, frotando lentamente con bastoncillos y productos químicos ángeles y columnas en busca de devolver el brillo a la obra, mientras en otra sala dos filas de aprendices manipulaban fragmentos de antiguos libros con hojas carcomidas por el tiempo.
Las obras que llegan a la Escuela saben cuándo entran pero no cuándo salen, explica la profesora de cuarto de pintura Rosa Plaza, quien apunta que mientras que un profesional «no tardaría lo que se tarda en la escuela» los alumnos combinan clases teóricas con prácticas, además de que los futuros restauradores van más lento mientras aprenden el oficio.
Cuatro itinerario y mucha práctica
«Se necesita también teoría, pero para nosotros es mano, mano, mano y mucho trabajo de mano», resume Marina Calleja, alumna del centro, quien entiende que las «muchísimas horas prácticas» que les ofrecen son precisamente «la gran ventaja del centro», que busca «equilibrar» las maneras de aprender el oficio.
Pero para poder lanzarse a recuperar piezas primero tienen que formarse en asignaturas generales «bastante potentes», que se concentran en los dos primeros años, comunes a las cuatro especialidades.
«Tanto física, como química, biología, historia del arte o incluso procedimientos, que dan una base del conocimiento de los materiales de los que están constituidas las obras de arte, además del propio proceso técnico y pictórico», indica Calleja.
Ella se encuentra en una sala donde están «recuperando» un mural. Una de las responsables del centro explica a Europa Press que algunas de las obras sobre las que aprenden son precisamente elaboradas 'ad hoc' para luego «destrozarlas».
Este aula en concreto sirve también como recordatorio de los alumnos que pasaron previamente. Uno de los ejercicios que tienen que practicar es el de la impresión. Es por ello que en las paredes han insertado sus caras en personajes que recuerdan a Rafael Sanzio.
Otros han transformado sus perfiles en medallones dispuestos en una cenefa que cruza la pared y un grupo de alumnos observa al visitante desde arriba en una pintura que simula un balcón desde el que los aprendices vigilan a aquellos que están ahora en la posición que ellos ocuparon antes.
"muchas ofertas" de salidas laborales
Precisamente sobre las salidas, Calleja asegura que hay «muchas ofertas» y que precisamente esta Escuela --cuyo título equivale a una formación universitaria-- ofrece «más» en ámbitos como las becas o las oposiciones.
«Es buena idea ir viendo ese mundo para adquirir práctica al principio porque es difícil salir de golpe a un museo. Pero, oye, también hay becas ahí y ya después es moverse un poco», reconoce.
El perfil de los alumnos ha ido cambiando a lo largo de los años. Una de las responsables del centro explica cómo al principio la mayoría era gente que ya contaba con otros estudios, pero que ahora entre los que se presentan a la prueba --que cuenta con parte práctica y teórica-- hay muchos recién salidos de Bachillerato.
Normalmente son solo diez alumnos por clase, pero cuando llegan a cuarto año no todas las especialidades cuentan con todos, ya que algunos se quedan con asignaturas colgadas de otros años, según cuenta Rosa Plaza.
Recuperar un cuadro
En su área, la pintura, sí que tiene el aula llena y trabajan e la restauración de pintura de caballete sobre lienzo o sobre tabla. Esta última especialidad es muy valorada porque pocos profesionales en el mundo la llevan a cabo, un conocimiento que buscan preservar.
«Vamos estrato por estrato porque con el tiempo se van descohesionando por el envejecimiento natural. Primero estabilizamos la pintura y luego el soporte», expone la profesora mientras señala un lienzo completamente marrón en el que no se percibe ninguna figura, con la pintura totalmente desconchada y la tela hecha jirones en algunas partes. Indica que las condiciones de este son «relativamente buenas» en comparación con otras obras que han llegado a la Escuela.
Tras fijar, se entretela si el soporte está mal y se limpia. Tras ello llega el momento de hacer frente a los huecos en blanco. Muchas de las pinturas recuperadas con el paso del tiempo pierden pigmentos, dejando vacíos en los cuadros que los restauradores se encargan de rellenar. Para intuir qué falta se fijan en el resto de fragmentos del cuadro y, en algunos casos, en obras de estilo similar y que tratan los mismos motivos.
El coste de la restauración en muchas ocasiones es muy elevado. Actualmente trabajan con obras procedentes de Zaragoza, de un hombre que está haciendo una transformación arquitectónica en casa y que ha mandado recuperar varios lienzos que tenía.
Algunos de ellos ya han sido recuperados y están siendo preservados en el fondo del museo, otros siguen en Madrid a la espera de formar parte del arranque de las carreras de profesionales que garantizarán que la cultura sobreviva al paso del tiempo.