Las labores de control arqueológico preventivo asociadas a unas obras promovidas en Pedrera (Sevilla), para la modernización de una planta de aderezo de una cooperativa, han deparado el descubrimiento de «dos cuevas artificiales de inhumación colectiva» datadas en la primera mitad del tercer milenio previo a la era actual; donde yacían restos óseos de tres personas tintados de un «intenso color rojo»; así como dos hachas y otras piezas líticas.
La memoria técnica de esta intervención está firmada por los especialistas José Miguel Bascón Mateos, Juan Manuel Garrido Anguita, María del Pilar Ruiz Borrega1, Isabel María Jabalquinto Expósito, Ángel Rubio Salvador y Samuel Lahoz Morón, todos ellos miembros del grupo de investigación en recursos patrimoniales PAI HUM-262 de la Universidad de Córdoba (UCO).
En concreto, se trata de una actividad arqueológica preventiva ligada a unas obras promovidas por la sociedad cooperativa andaluza Getsemaní de Pedrera, para la urbanización y modernización de los patios de fermentación e instalaciones de recogida de efluentes de su planta de aderezo. Los trabajos de control y seguimiento arqueológico, según detalla la mencionada memoria técnica, recogida por Europa Press, comenzaron en agosto de 2019 junto con el inicio de las obras y finalizaron el 27 de marzo de 2020.
Tales labores de control arqueológico, según el documento, depararon un descubrimiento el 20 de agosto de 2019, poco después de empezar las actuaciones.
Más al detalle, fue descubierto «un pozo en rampa» de 2,93 metros de longitud y 1,33 metros de profundidad máxima, «excavado en el terreno natural», que conducía a dos cuevas identificadas como «estructuras funerarias». En este «pozo o corredor», según estos arqueólogos, fueron ya descubiertos «unos seis fragmentos cerámicos correspondientes a una misma pieza, una olla fabricada mano».
Estos autores detallan en su informe que la primera de las dos citadas «estructuras funerarias», de «planta prácticamente circular», constituye «una cueva artificial secundaria nunca ocupada, o de la cual se exhumaron en un momento impreciso los restos óseos que allí se inhumaron para depositarlos en otro lugar; por ejemplo la cámara funeraria de la (otra) cueva artificial» de este recinto.
Las "tareas del ritual funerario"
«También cabe la posibilidad de que este tipo de espacios estuvieran destinados a tareas auxiliares del ritual funerario tales como la preparación del cadáver o la deposición de ofrendas», razonan además estos investigadores.
En cuanto a la segunda cueva artificial, la memoria técnica de esta intervención arqueológica refleja que contaba con una «antecámara de planta oval con sección vertical semiesférica», previa a la cámara sepulcral como tal, también «de planta oval con sección vertical semiesférica», caracterizada por un «pavimento o lecho de piedras calizas» donde fueron localizados «restos óseos inhumados» de «un intenso color rojo, fruto de haber sido tintados»; así como «ocho piezas líticas cuya tipología se corresponde con dos hachas y una azuela de piedra pulimentada, una lámina de sílex y cuatro microlitos geométricos de sílex» y «una posible pieza de marfil».
Al menos "tres individuos"
En cuanto a los huesos, corresponderían a «un número mínimo de tres individuos», en concreto a una mujer «con una edad estimada superior a los 50 años» cuyos restos yacían «en posición fetal, encogidos, hiperflexionados y con las manos colocadas frente a su cara»; así como a un varón de entre 30 y 35 años y otro hombre adulto, restos en estos dos últimos casos localizados «en un mismo conjunto, desarticulados y sin conexión anatómica».
A juicio del equipo de arqueólogos, los huesos de estos dos individuos «fueron colocados de forma intencionada sobre las piernas» de la mujer, como un «depósito secundario y no una reducción para dar cabida al enterramiento primario».
Especialmente, el equipo de arqueólogos destaca que «al igual que el lecho de piedra que sirve de base a las inhumaciones, todos los restos óseos» descubiertos estaban «tintados en mayor o menor medida por un intenso color rojo anaranjado».
«La existencia de este pigmento en la parte inferior de los restos óseos parece deberse al contacto directo de estos con el pigmento vertido sobre el lecho funerario, pero su existencia en la zona superior del hueso es fruto del espolvoreado que se realizaría sobre los difuntos durante algún acto ritual», explican los autores de este informe. Según interpretan, «la tinción de los huesos se hizo a posteriori, una vez los restos ya colocados en su correspondiente lugar de enterramiento, independientemente de que este luego pueda variar a una posición secundaria».
En cualquier caso, se trata de un pigmento «elaborado a base del mineral del cinabrio», compuesto en un 85 por ciento por mercurio y en un 15 por ciento por azufre.
El "pigmento ocre rojo cinabrio"
De este modo, la memoria de esta intervención arqueológica preventiva señala de manera especial esta «utilización del pigmento ocre rojo cinabrio en elementos constructivos, restos óseos y algunos elementos de ajuar».
En sus conclusiones, así, estos arqueólogos resumen que esta actuación preventiva asociada a las obras de modernización de la planta de aderezo de la sociedad cooperativa andaluza Getsemaní de Pedrera ha arrojado el descubrimiento de «dos nuevas cuevas artificiales de inhumación colectiva, cuya fase de construcción y uso» encuadran de manera preliminar en la primera mitad del tercer milenio previo a la era actual.
Ser trata de un hallazgo, según razonan, con «evidente relación con los descubrimientos que se produjeron durante las actividades arqueológicas desarrolladas en los años 2012 y 2013», también en estos mismos terrenos, unas actuaciones entonces saldadas con la excavación de «tres sepulcros hipogeos en cueva artificial».