Un estudio desarrollado por un equipo del Instituto Ingenio, centro mixto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universitat Politècnica de València (UPV), ha analizado el uso del arte en España como instrumento para la difusión del conocimiento científico y alerta de diferentes barreras que limitan dicho uso «por la propia dinámica de la ciencia y de las instituciones».
Entre las conclusiones, destaca que el personal investigador con menos prestigio científico es el que más trabas encuentra para utilizar el arte como herramienta de difusión. El trabajo ha sido publicado en el 'Journal of Technology Transfer', según ha informado la institución académica en un comunicado.
"Al principio de la carrera investigadora es más difícil compatibilizar el prestigio científico con la dedicación al arte.
Actualmente, el personal investigador que en los primeros años de trayectoria quiere difundir su investigación con el arte se encuentra con muchas dificultades, porque prima más publicar artículos de calidad y alcanzar un cierto estatus", explica Joaquín M.ª Azagra, investigador del Instituto Ingenio y autor principal del estudio.
Solo a partir de «cierto nivel de prestigio», ambas actividades se vuelven «compatibles». «Parece que haya que demostrar que 'vales' para la ciencia, para utilizar el arte como estrategia de difusión», subraya el investigador. Por otro lado, el estudio concluye también que estas dificultades son «más notorias» en las universidades que en otros centros de investigación y otras organizaciones científicas.
«En las universidades se fomenta menos el uso del arte como canal de valorización del conocimiento científico. Y hay varios factores que pueden estar detrás de esta realidad: en primer lugar, el personal ha de cumplir con una serie de obligaciones docentes; además, hemos visto que el uso del arte para difundir conocimiento a veces se cataloga como algo estrambótico. Y las diferencias de poder son más acusadas en la universidad que en otros organismos; todo parece ser cuestión de status», incide Joaquín M.ª Azagra.
El trabajo señala que un 60 por ciento de los encuestados crea obra artística y que, de ellos, uno de cada dos incorpora conocimiento científico especializado en su creación. Un informe complementario revela que el arte es «más que un hobby»: hay muchos que aprovechan deliberadamente ese potencial como herramienta de difusión e incluso los hay que dan el salto también a la comercialización de su obra.
Género
El equipo de Ingenio indaga también en este estudio en las diferencias según el género del personal investigador y concluye que los hombres utilizan más el arte como herramienta de difusión científica que las mujeres.
Además, entre ellas, los análisis adicionales sugieren que «las mujeres de más edad, ideología más conservadora y con más hijos/as se enfrentan todavía a más dificultades para explotar el binomio arte-difusión científica».
Por último, quienes firman el estudio reivindican además la catalogación de la producción artística como nuevo mecanismo de transferencia de conocimiento universidad-sociedad, al nivel de los indicadores de patentes, spin-offs, contratos de investigación, contactos informales, etc.
«Las universidades utilizan cada vez más los derechos de autor para proteger su propiedad. Para contrarrestar esas barreras que imponen el status y la lógica universitaria, la transferencia de conocimiento a través del arte debería adquirir mayor peso en las evaluaciones de los currículums del personal investigador», concluye Joaquín M.ª Azagra.